/ lunes 27 de noviembre de 2023

Emociones alteradas

La enorme cantidad de información que en la actualidad es generada y la velocidad con la que se desplaza entre las múltiples ventanas a las que casi todos tenemos acceso, están provocando disrupciones conductuales sin precedente en los seres humanos.

¿Te ha pasado que no recuerdas con exactitud el origen y la fuente de un dato?, más aún, ¿te sucede con cada vez más frecuencia que no sabes si ese dato lo viste, lo escuchaste, te lo comentaron o lo leíste en algún lado?

Este fenómeno no solo te sucede a ti, esa que justificamos como “confusión momentánea” la registramos a cada instante millones y millones de seres humanos que día y noche nos “conectamos” a las fuentes que suministran la información que buscamos o queremos consumir como una necesidad o una vía de escape.

Hace tiempo que venimos alterando nuestros niveles de atención sin ser plenamente conscientes de los riesgos que implica el pasar horas en un literal metaverso de datos digitales, un espacio donde no hay contención, no hay control, no hay ningún signo elemental de ética en los emisores y, por tanto, de auto regulación.

Es público pero poco difundido que los grandes programadores y creadores de plataformas y contenidos digitales entendieron hace varios años el funcionamiento del cerebro humano y su necesidad de ofrecer chispazos de dopamina y serotonina, ambos neurotransmisores de la felicidad, equilibrio, aprobación y satisfacción emocional.

Consumimos todo aquello que nos genera “felicidad inmediata”, aunque después experimentemos vacíos emocionales que nos obligan a volver a esas descargas impulsivas que culminan en una adicción de estabilidad emocional fugaz.

El grave problema es que nadie está advirtiendo el riesgo de salud pública que este fenómeno social y estrategia mercadológica están gestando en la población mundial, siendo los menores, adolescentes y jóvenes los más expuestos y vulnerables.

Cada vez son más los expertos en salud cognitiva que advierten un nuevo e inevitable cambio de época para nuestra especie. Entendiendo como “cambio de era” el impacto que tuvo en la población, los entornos, necesidades, hábitos y conductas circunstanciales.

De ser así, después de la prehistoria, la edad antigua, la edad media y actualmente la modernidad, nuestra especie estaría transitando abierta pero inconscientemente al quinto cambio de época histórica, una nueva era colmada de inmediatez y de impactos socio conductuales que las autoridades de cualquier nación no han sabido o no han querido advertir y frenar.

Y no, no solo es una evolución lógica y predecible. Detrás de este súbito cambio opera una muy poderosa industria que está dispuesta a someter emocionalmente a las nuevas generaciones a cambio de poder, influencia y fortunas incalculables. Los riesgos son altos e inminentes y por ello es necesario comenzar a escribir y a hablar de ellos, sobre todo con los más jóvenes.

Si pretendemos entender, resulta vital dejar de lado cualquier idea sobre teorías conspiracionistas, abrirse a la reflexión para argumentar de manera consistente los riesgos que muy pocos están observando en el horizonte inmediato. Aquí comparto algunos datos confirmados para valorar y discutir.

Uno de los claros efectos es la confusión cada vez más común del espacio y el tiempo: ¿dónde vimos ese “dato”?, ¿cuándo vimos a esa persona?, ¿cuántas horas pasamos pegados a la pantalla de una computadora o un dispositivo móvil viendo todo y nada a la vez?

Otra grave distorsión es que hoy ya no sabemos con exactitud qué es real y qué surgió de ese mundo digital, por ello nuestra capacidad para tomar decisiones informadas y acertadas es cada vez menor, porque tampoco sabemos con certeza qué es verdad y qué está manipulado desde este universo paralelo.

Aunado a esto, viene inevitablemente nuestra cada vez más limitada capacidad para procesar lo que consumimos. Estamos, de manera literal, reventando los ritmos de aprendizaje del ser humano y los tiempos de funcionamiento óptimo del cerebro. Ese concepto denominado “multitask” se utilizó por primera vez en 1965 en un documento de la empresa IBM. El término informático aplicado hoy día en las personas no es correcto, nuestro nivel de atención óptimo no cumple esa función.

La atrofia corporal y de nuestros sentidos, la alteración continua de la realidad en nuestros entornos personales y comunitarios, la distorsión del sentido de identidad cuando nos descubrimos creando avatares o modificando nuestros físicos a través de filtros y aplicaciones para sentirnos mejor con nosotros mismos, son algunos otros de los riesgos a discutir de forma abierta.

Finalmente, debe ser tratado el delicado y frágil tema de la “felicidad vacía”, aquella que estamos fomentando entre infantes y jóvenes incapaces de entender que la felicidad no es estrictamente lo que vivimos, sino la capacidad de gestionar las emociones para interpretar correctamente lo que experimentamos a diario.

La sana gestión de nuestras emociones, sean felicidad, tristeza, euforia, depresión, ansiedad, frustración o entusiasmo, es una estrategia institucional, familiar y personal, para evitar convertirnos en una sociedad enferma y carente de esa necesaria brújula de vida.


Puesto para compartir y hasta discutir tus opiniones sobre este tema, siempre tendrás una respuesta en @IvanMercadoNews.


La enorme cantidad de información que en la actualidad es generada y la velocidad con la que se desplaza entre las múltiples ventanas a las que casi todos tenemos acceso, están provocando disrupciones conductuales sin precedente en los seres humanos.

¿Te ha pasado que no recuerdas con exactitud el origen y la fuente de un dato?, más aún, ¿te sucede con cada vez más frecuencia que no sabes si ese dato lo viste, lo escuchaste, te lo comentaron o lo leíste en algún lado?

Este fenómeno no solo te sucede a ti, esa que justificamos como “confusión momentánea” la registramos a cada instante millones y millones de seres humanos que día y noche nos “conectamos” a las fuentes que suministran la información que buscamos o queremos consumir como una necesidad o una vía de escape.

Hace tiempo que venimos alterando nuestros niveles de atención sin ser plenamente conscientes de los riesgos que implica el pasar horas en un literal metaverso de datos digitales, un espacio donde no hay contención, no hay control, no hay ningún signo elemental de ética en los emisores y, por tanto, de auto regulación.

Es público pero poco difundido que los grandes programadores y creadores de plataformas y contenidos digitales entendieron hace varios años el funcionamiento del cerebro humano y su necesidad de ofrecer chispazos de dopamina y serotonina, ambos neurotransmisores de la felicidad, equilibrio, aprobación y satisfacción emocional.

Consumimos todo aquello que nos genera “felicidad inmediata”, aunque después experimentemos vacíos emocionales que nos obligan a volver a esas descargas impulsivas que culminan en una adicción de estabilidad emocional fugaz.

El grave problema es que nadie está advirtiendo el riesgo de salud pública que este fenómeno social y estrategia mercadológica están gestando en la población mundial, siendo los menores, adolescentes y jóvenes los más expuestos y vulnerables.

Cada vez son más los expertos en salud cognitiva que advierten un nuevo e inevitable cambio de época para nuestra especie. Entendiendo como “cambio de era” el impacto que tuvo en la población, los entornos, necesidades, hábitos y conductas circunstanciales.

De ser así, después de la prehistoria, la edad antigua, la edad media y actualmente la modernidad, nuestra especie estaría transitando abierta pero inconscientemente al quinto cambio de época histórica, una nueva era colmada de inmediatez y de impactos socio conductuales que las autoridades de cualquier nación no han sabido o no han querido advertir y frenar.

Y no, no solo es una evolución lógica y predecible. Detrás de este súbito cambio opera una muy poderosa industria que está dispuesta a someter emocionalmente a las nuevas generaciones a cambio de poder, influencia y fortunas incalculables. Los riesgos son altos e inminentes y por ello es necesario comenzar a escribir y a hablar de ellos, sobre todo con los más jóvenes.

Si pretendemos entender, resulta vital dejar de lado cualquier idea sobre teorías conspiracionistas, abrirse a la reflexión para argumentar de manera consistente los riesgos que muy pocos están observando en el horizonte inmediato. Aquí comparto algunos datos confirmados para valorar y discutir.

Uno de los claros efectos es la confusión cada vez más común del espacio y el tiempo: ¿dónde vimos ese “dato”?, ¿cuándo vimos a esa persona?, ¿cuántas horas pasamos pegados a la pantalla de una computadora o un dispositivo móvil viendo todo y nada a la vez?

Otra grave distorsión es que hoy ya no sabemos con exactitud qué es real y qué surgió de ese mundo digital, por ello nuestra capacidad para tomar decisiones informadas y acertadas es cada vez menor, porque tampoco sabemos con certeza qué es verdad y qué está manipulado desde este universo paralelo.

Aunado a esto, viene inevitablemente nuestra cada vez más limitada capacidad para procesar lo que consumimos. Estamos, de manera literal, reventando los ritmos de aprendizaje del ser humano y los tiempos de funcionamiento óptimo del cerebro. Ese concepto denominado “multitask” se utilizó por primera vez en 1965 en un documento de la empresa IBM. El término informático aplicado hoy día en las personas no es correcto, nuestro nivel de atención óptimo no cumple esa función.

La atrofia corporal y de nuestros sentidos, la alteración continua de la realidad en nuestros entornos personales y comunitarios, la distorsión del sentido de identidad cuando nos descubrimos creando avatares o modificando nuestros físicos a través de filtros y aplicaciones para sentirnos mejor con nosotros mismos, son algunos otros de los riesgos a discutir de forma abierta.

Finalmente, debe ser tratado el delicado y frágil tema de la “felicidad vacía”, aquella que estamos fomentando entre infantes y jóvenes incapaces de entender que la felicidad no es estrictamente lo que vivimos, sino la capacidad de gestionar las emociones para interpretar correctamente lo que experimentamos a diario.

La sana gestión de nuestras emociones, sean felicidad, tristeza, euforia, depresión, ansiedad, frustración o entusiasmo, es una estrategia institucional, familiar y personal, para evitar convertirnos en una sociedad enferma y carente de esa necesaria brújula de vida.


Puesto para compartir y hasta discutir tus opiniones sobre este tema, siempre tendrás una respuesta en @IvanMercadoNews.