/ viernes 17 de marzo de 2023

Popularidad de AMLO y el voto de Morena

El presidente López Obrador, junto con figuras de su partido Morena, han presumido que su popularidad es la segunda entre los mayores líderes del mundo. A decir de AMLO, esto significa el aval de 56 millones de mexicanos, 20 millones más que los que lo llevaron a la presidencia. Incluso en campañas formales de Morena, particularmente en las elecciones de 2021. Diversos spots invitaban a votar por los candidatos de Morena, los cuales gobernarían junto a “ya saben quién”, como la principal razón para votar a favor de sus representantes.

De acuerdo a estas expresiones morenistas, la popularidad presidencial se traduciría en votos a favor de sus candidatos, situación que no necesariamente se da. Déjeme explicarles porque esto no se da en automático.

En sistemas con reelección

En países que permiten la reelección de sus presidentes y gobernadores, los niveles de popularidad son un factor importante que favorece el voto hacia el gobernante que busca la reelección. Los ejemplos que podemos citar son Lula da Silva en 2005 en Brasil y de Bill Clinton en 1996 en EU, quienes lograron su reelección. Algunos estudios, que han analizado los casos de presidentes populares en su reelección, han dado cuenta que éstos obtenían un promedio de 6% más votos que los que no competían por reelección.

En México. tener alta popularidad no es suficiente para generar lealtad partidista, por citar algunos casos, Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco, y José Calzada, de Querétaro, cerraron su administración con más de 60% de aprobación, y los votantes aun así prefirieron votar por un cambio de partido. Es decir, la alta popularidad no se hereda al posible sucesor automáticamente, y muchas veces es ingrata, pues a pesar de que un elector apruebe la forma en que se desempeña el ejecutivo, cuando le preguntas por cuál partido votaría, contesta que depende de quién sea el candidato, o que aún no sabe porque requiere de más información para tomar una decisión.

Por otro lado, la impopularidad permite predecir un voto de castigo, es decir, tener un alto nivel de aprobación sólo garantiza que los votantes no sufraguen en contra del candidato que representa al partido del gobernante, pero en caso de que sea altamente reprobado entonces es seguro que ese mismo candidato será castigado con el voto. Es el ejemplo de José Antonio Meade, que como candidato del PRI-PVEM-NUEVA ALIANZA en 2018, cosechó el voto de castigo que previamente Peña Nieto había propiciado durante su gestión.

AMLO representa el cambio verdadero

Una de las mayores aspiraciones entre los electores en México, es que los candidatos, ya como gobernantes; lleven a cabo un cambio verdadero. Así lo expresan cuando he realizado encuestas en diversos estados del país, sin embargo, en cuanto profundizas un poco sobre el significado de lo que quieren decir los encuestados con la expresión de “un cambio verdadero”; he llegado a la conclusión que a lo que se refieren es recibir ayuda del candidato en cuanto éste se convierta en gobernante. El concepto de cambio en la mayoría de los electores mexicanos, se define como recibir ayuda del gobernante, el cual debe asumir su función en beneficio personal de los votantes que lo llevaron al poder.

De acuerdo a esta expectativa, el caso del gobierno que encabeza López Obrador, los programas sociales impulsados durante su gestión, coinciden con las expectativas de amplios sectores de la población que consideran que el gobierno debe proteger y ayudar a las personas más necesitadas, y por lo tanto lo aprueban, sin importar otros indicadores de éxito o fracaso de la gestión del presidente López Obrador. Como son los temas de seguridad, empleo, educación o salud, lo que importa es que le llegue un apoyo social que anteriormente no recibían.

En este contexto, de alta aprobación, por coincidir con la expectativa de amplios sectores de los votantes mexicanos, la popularidad de López Obrador constituirá un atajo cognitivo para una parte de los electores al momento de juzgar a los partidos y candidatos que están contendiendo. Es decir, un elector no informado, el cual hemos referido en anteriores colaboraciones, como un 70% de los mexicanos con nula información política-electoral, decidirá por los candidatos de Morena, según la forma que ha gobernador López Obrador, y no valorará las distintas alternativas. Ejercerá su voto de acuerdo a como siente que gobierna Morena (López Obrador), especialmente aquellos que reciben algún beneficio social.

El estilo personalista de gobernar

Por otro lado, López Obrador ha ejercido un estilo de gobierno personalista, es decir un gobierno centrado en la personalidad del líder que apela al lado emocional de los votantes. De acuerdo a un estudio de Ayala y Sánchez (2013), los líderes personalistas desarrollan un vínculo emocional con el electorado, a través de una relación muy personalizada que apela al ciudadano como si fuera el amigo o vecino, al que se le aconseja, o se le comparte simpatías y antipatías muy personales.

El ejecutivo federal habla el lenguaje del pueblo, o sea en su propio léxico. Les recomienda una imagen religiosa para que los proteja de contraer el COVID 19, toca madera para que no experimenten en carne propia la tragedia o cualquier mala experiencia que está comunicando en su conferencia. Critica a la clase media por arribista, cuestiona a los ricos o clases adineradas, apela a teorías de conspiración y creencias populares propias del imaginario colectivo. como por ejemplo: el supuesto aluxe fotografiado en las obras del tren maya. Este tipo de expresiones crean un vínculo emocional particular que no se presentó con los presidentes anteriores, quienes tenían un estilo más tecnócrata, basado en lo objetivo y lo racional, y no en lo emocional que tanto caracteriza al actual presidente de la república.

Sin embargo, al gobernar de acuerdo a la expectativa de amplios sectores de la población y con un estilo personalista de gobernar, sólo puede conducir a la alta popularidad con el que cuenta López Obrador, y en algunos sectores, como el de los no informados, condiciona un voto a favor de algún candidato de Morena.

El principal activo de Morena sin lugar a dudas es el presidente López Obrador; por un lado, muchos mexicanos votan por los candidatos de Morena debido a que el presidente de la república está haciendo el cambio verdadero, beneficiando directamente a muchos electores o a sus familias y; por otro lado, votan al establecer un vinculo emocional con el presidente, quien habla su mismo idioma para expresar los mismos asuntos que son de su interés. Esto explica el voto a favor de Morena, que en la pasada elección federal de 2021, con poco más del 40%, le dio la mayoría en el Congreso de la Unión, pero sin llegar a ser lo suficiente como para poder hacer cambios constitucionales sin el aval de los demás partidos. Y es que en 2024 requerirá de un candidato o candidata que le pueda aportar más que ese porcentaje de votación, pues de lo contrario se enfrentará a un resultado muy cerrado o incluso a la derrota, pues los programas sociales y los vínculos emocionales no se traducirán en todos los casos en votos a favor del candidato o candidata de Morena.

El presidente López Obrador, junto con figuras de su partido Morena, han presumido que su popularidad es la segunda entre los mayores líderes del mundo. A decir de AMLO, esto significa el aval de 56 millones de mexicanos, 20 millones más que los que lo llevaron a la presidencia. Incluso en campañas formales de Morena, particularmente en las elecciones de 2021. Diversos spots invitaban a votar por los candidatos de Morena, los cuales gobernarían junto a “ya saben quién”, como la principal razón para votar a favor de sus representantes.

De acuerdo a estas expresiones morenistas, la popularidad presidencial se traduciría en votos a favor de sus candidatos, situación que no necesariamente se da. Déjeme explicarles porque esto no se da en automático.

En sistemas con reelección

En países que permiten la reelección de sus presidentes y gobernadores, los niveles de popularidad son un factor importante que favorece el voto hacia el gobernante que busca la reelección. Los ejemplos que podemos citar son Lula da Silva en 2005 en Brasil y de Bill Clinton en 1996 en EU, quienes lograron su reelección. Algunos estudios, que han analizado los casos de presidentes populares en su reelección, han dado cuenta que éstos obtenían un promedio de 6% más votos que los que no competían por reelección.

En México. tener alta popularidad no es suficiente para generar lealtad partidista, por citar algunos casos, Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco, y José Calzada, de Querétaro, cerraron su administración con más de 60% de aprobación, y los votantes aun así prefirieron votar por un cambio de partido. Es decir, la alta popularidad no se hereda al posible sucesor automáticamente, y muchas veces es ingrata, pues a pesar de que un elector apruebe la forma en que se desempeña el ejecutivo, cuando le preguntas por cuál partido votaría, contesta que depende de quién sea el candidato, o que aún no sabe porque requiere de más información para tomar una decisión.

Por otro lado, la impopularidad permite predecir un voto de castigo, es decir, tener un alto nivel de aprobación sólo garantiza que los votantes no sufraguen en contra del candidato que representa al partido del gobernante, pero en caso de que sea altamente reprobado entonces es seguro que ese mismo candidato será castigado con el voto. Es el ejemplo de José Antonio Meade, que como candidato del PRI-PVEM-NUEVA ALIANZA en 2018, cosechó el voto de castigo que previamente Peña Nieto había propiciado durante su gestión.

AMLO representa el cambio verdadero

Una de las mayores aspiraciones entre los electores en México, es que los candidatos, ya como gobernantes; lleven a cabo un cambio verdadero. Así lo expresan cuando he realizado encuestas en diversos estados del país, sin embargo, en cuanto profundizas un poco sobre el significado de lo que quieren decir los encuestados con la expresión de “un cambio verdadero”; he llegado a la conclusión que a lo que se refieren es recibir ayuda del candidato en cuanto éste se convierta en gobernante. El concepto de cambio en la mayoría de los electores mexicanos, se define como recibir ayuda del gobernante, el cual debe asumir su función en beneficio personal de los votantes que lo llevaron al poder.

De acuerdo a esta expectativa, el caso del gobierno que encabeza López Obrador, los programas sociales impulsados durante su gestión, coinciden con las expectativas de amplios sectores de la población que consideran que el gobierno debe proteger y ayudar a las personas más necesitadas, y por lo tanto lo aprueban, sin importar otros indicadores de éxito o fracaso de la gestión del presidente López Obrador. Como son los temas de seguridad, empleo, educación o salud, lo que importa es que le llegue un apoyo social que anteriormente no recibían.

En este contexto, de alta aprobación, por coincidir con la expectativa de amplios sectores de los votantes mexicanos, la popularidad de López Obrador constituirá un atajo cognitivo para una parte de los electores al momento de juzgar a los partidos y candidatos que están contendiendo. Es decir, un elector no informado, el cual hemos referido en anteriores colaboraciones, como un 70% de los mexicanos con nula información política-electoral, decidirá por los candidatos de Morena, según la forma que ha gobernador López Obrador, y no valorará las distintas alternativas. Ejercerá su voto de acuerdo a como siente que gobierna Morena (López Obrador), especialmente aquellos que reciben algún beneficio social.

El estilo personalista de gobernar

Por otro lado, López Obrador ha ejercido un estilo de gobierno personalista, es decir un gobierno centrado en la personalidad del líder que apela al lado emocional de los votantes. De acuerdo a un estudio de Ayala y Sánchez (2013), los líderes personalistas desarrollan un vínculo emocional con el electorado, a través de una relación muy personalizada que apela al ciudadano como si fuera el amigo o vecino, al que se le aconseja, o se le comparte simpatías y antipatías muy personales.

El ejecutivo federal habla el lenguaje del pueblo, o sea en su propio léxico. Les recomienda una imagen religiosa para que los proteja de contraer el COVID 19, toca madera para que no experimenten en carne propia la tragedia o cualquier mala experiencia que está comunicando en su conferencia. Critica a la clase media por arribista, cuestiona a los ricos o clases adineradas, apela a teorías de conspiración y creencias populares propias del imaginario colectivo. como por ejemplo: el supuesto aluxe fotografiado en las obras del tren maya. Este tipo de expresiones crean un vínculo emocional particular que no se presentó con los presidentes anteriores, quienes tenían un estilo más tecnócrata, basado en lo objetivo y lo racional, y no en lo emocional que tanto caracteriza al actual presidente de la república.

Sin embargo, al gobernar de acuerdo a la expectativa de amplios sectores de la población y con un estilo personalista de gobernar, sólo puede conducir a la alta popularidad con el que cuenta López Obrador, y en algunos sectores, como el de los no informados, condiciona un voto a favor de algún candidato de Morena.

El principal activo de Morena sin lugar a dudas es el presidente López Obrador; por un lado, muchos mexicanos votan por los candidatos de Morena debido a que el presidente de la república está haciendo el cambio verdadero, beneficiando directamente a muchos electores o a sus familias y; por otro lado, votan al establecer un vinculo emocional con el presidente, quien habla su mismo idioma para expresar los mismos asuntos que son de su interés. Esto explica el voto a favor de Morena, que en la pasada elección federal de 2021, con poco más del 40%, le dio la mayoría en el Congreso de la Unión, pero sin llegar a ser lo suficiente como para poder hacer cambios constitucionales sin el aval de los demás partidos. Y es que en 2024 requerirá de un candidato o candidata que le pueda aportar más que ese porcentaje de votación, pues de lo contrario se enfrentará a un resultado muy cerrado o incluso a la derrota, pues los programas sociales y los vínculos emocionales no se traducirán en todos los casos en votos a favor del candidato o candidata de Morena.