/ sábado 29 de septiembre de 2018

Sentimientos de la Nación

El 30 de septiembre se conmemoran 253 años del natalicio de José María Morelos y Pavón, líder insurgente que, a la muerte del cura Miguel Hidalgo, encabezó la lucha por la independencia de nuestro país.

Religioso, político y militar mexicano, nació en Valladolid, hoy Morelia, siendo hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india, y de Juana María Pérez Pavón, una criolla cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad.

En 1790, ante la insistencia de su madre, ingresó en el Colegio de San Nicolás, en donde conoció a Miguel Hidalgo y Costilla, entonces rector del colegio.

En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Hidalgo, José María Morelos decidió visitarlo y hablar con él. Hidalgo lo convenció de marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Carácuaro hacia las tierras calientes del sur en calidad de lugarteniente de Hidalgo.

La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, en los que desarrolló cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa, en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce, además, un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, pero capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, que se encontraban bajo el mando del mariscal español Félix María Calleja.

Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte, en 1811, del cura Hidalgo y obtuvo importantes victorias. Con buena parte del sur del país bajo su control, Morelos trató, de igual modo, de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), el cual formuló la Declaración de Independencia y otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo, así como sentó las bases para una Constitución liberal y democrática, que sería aprobada en 1814.

Dichas bases se encuentran en un documento llamado “Sentimientos de la Nación”, considerado uno de los textos políticos mexicanos más importantes, redactado por Morelos, pues el conjunto de ideas expresadas se fundamenta en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, así como en la Revolución Francesa.

Los “Sentimientos de la Nación” son una prueba palpable de que Morelos y los demás integrantes del Congreso de Chilpancingo estaban empapados de las ideas ilustradas y liberales en boga tanto en Europa como en Hispanoamérica; por supuesto que también conocían la tradición escolástica, en la cual habían sido educados. El documento es producto de un momento cultural común a Europa y América, pero que, de igual forma, recoge preocupaciones propias de la realidad novohispana.

En septiembre de 1813, cuando se instaló el primer parlamento constituyente, Morelos pronunció dentro de su discurso inaugural los artículos de este documento, entre los cuales destacan principalmente declarar a México independiente de España y de cualquier otra nación, afirmar la religión católica como única aceptada, así como dividir al gobierno en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.

Asimismo, que se reservaban los empleos exclusivamente para los mexicanos, se buscaba mejorar la igualdad social, se prohibió la distinción de castas y la esclavitud. Aunque como tal este documento en realidad era solamente una propuesta, en octubre de 1814 se decretó la que hoy conocemos como la Constitución de Apatzingán, la primera Constitución del México Independiente, la cual estaba basada en su mayoría en los “Sentimientos de la Nación”.

Han pasado más de 200 años desde que Morelos redactó dicho documento, sin embargo, muchos de sus ideales siguen vigentes; aún vivimos en un país con un Estado de derecho en formación, que solo recientemente hace efectivos sus principios liberales y democráticos, todavía debilitado por la falta de eficacia en garantizar parte de los derechos. Mucho queda por crear, reformar, profundizar y proyectar.

Lo anterior es un reto para la clase política, pero también depende de que la sociedad civil sea capaz de exigir por la vía pacífica el respeto a los derechos por los que tanto se ha luchado desde hace más de dos siglos en nuestro país.

monserrat.publicaciones@gmail.com


El 30 de septiembre se conmemoran 253 años del natalicio de José María Morelos y Pavón, líder insurgente que, a la muerte del cura Miguel Hidalgo, encabezó la lucha por la independencia de nuestro país.

Religioso, político y militar mexicano, nació en Valladolid, hoy Morelia, siendo hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india, y de Juana María Pérez Pavón, una criolla cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad.

En 1790, ante la insistencia de su madre, ingresó en el Colegio de San Nicolás, en donde conoció a Miguel Hidalgo y Costilla, entonces rector del colegio.

En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Hidalgo, José María Morelos decidió visitarlo y hablar con él. Hidalgo lo convenció de marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Carácuaro hacia las tierras calientes del sur en calidad de lugarteniente de Hidalgo.

La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, en los que desarrolló cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa, en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce, además, un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, pero capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, que se encontraban bajo el mando del mariscal español Félix María Calleja.

Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte, en 1811, del cura Hidalgo y obtuvo importantes victorias. Con buena parte del sur del país bajo su control, Morelos trató, de igual modo, de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), el cual formuló la Declaración de Independencia y otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo, así como sentó las bases para una Constitución liberal y democrática, que sería aprobada en 1814.

Dichas bases se encuentran en un documento llamado “Sentimientos de la Nación”, considerado uno de los textos políticos mexicanos más importantes, redactado por Morelos, pues el conjunto de ideas expresadas se fundamenta en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, así como en la Revolución Francesa.

Los “Sentimientos de la Nación” son una prueba palpable de que Morelos y los demás integrantes del Congreso de Chilpancingo estaban empapados de las ideas ilustradas y liberales en boga tanto en Europa como en Hispanoamérica; por supuesto que también conocían la tradición escolástica, en la cual habían sido educados. El documento es producto de un momento cultural común a Europa y América, pero que, de igual forma, recoge preocupaciones propias de la realidad novohispana.

En septiembre de 1813, cuando se instaló el primer parlamento constituyente, Morelos pronunció dentro de su discurso inaugural los artículos de este documento, entre los cuales destacan principalmente declarar a México independiente de España y de cualquier otra nación, afirmar la religión católica como única aceptada, así como dividir al gobierno en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.

Asimismo, que se reservaban los empleos exclusivamente para los mexicanos, se buscaba mejorar la igualdad social, se prohibió la distinción de castas y la esclavitud. Aunque como tal este documento en realidad era solamente una propuesta, en octubre de 1814 se decretó la que hoy conocemos como la Constitución de Apatzingán, la primera Constitución del México Independiente, la cual estaba basada en su mayoría en los “Sentimientos de la Nación”.

Han pasado más de 200 años desde que Morelos redactó dicho documento, sin embargo, muchos de sus ideales siguen vigentes; aún vivimos en un país con un Estado de derecho en formación, que solo recientemente hace efectivos sus principios liberales y democráticos, todavía debilitado por la falta de eficacia en garantizar parte de los derechos. Mucho queda por crear, reformar, profundizar y proyectar.

Lo anterior es un reto para la clase política, pero también depende de que la sociedad civil sea capaz de exigir por la vía pacífica el respeto a los derechos por los que tanto se ha luchado desde hace más de dos siglos en nuestro país.

monserrat.publicaciones@gmail.com