/ lunes 15 de enero de 2024

Temporada de cínicos, momento para reaccionar

Con absoluto descaro, la semana pasada parte de la clase política mexicana nacional mostró sin pudor alguno el grado de voracidad y vileza que en realidad la mueve cuando al país se le ve solo como un gran botín a repartir y en el extremo, a arrebatar.

Entre otras cosas, el acuerdo firmado entre Marko Cortés dirigente nacional del PAN, y Manólo Jiménez, Gobernador de Coahuila por el PRI, cae como literal mentada de madre a los mexicanos que no quieren la continuidad de MORENA en el poder.

Y es que redactar la repartición de candidatura, cargos, puestos, posiciones, rectorías y hasta notarías, no es más que otro signo de la decadencia y grave crisis por la que atraviesan todos los llamados institutos políticos de este país, esos que viven gracias a los impuestos de quienes dicen representar.

Terrible ironía saberte vulgarmente saqueado por quien te pide su confianza para que no te roben desde el poder, peor aún, que la codicia de unos cuantos ponga en riesgo la única opción que tienen aquellos mexicanos que exigen una nación diferente a la que hoy se vive.

Al haberse hecho pública una vulgar repartición que más tarde trataron de justificar evocando a la transparencia, revela la profunda descomposición política, el grado de complicidad de quienes en lo público se descalifican, pero en lo privado se coluden frotándose las manos y salivando sin cesar.

El hecho no debe ser visto como un escándalo más de estos personajes encumbrados en el poder. La revelación del acuerdo político en Coahuila degrada, divide y aleja mucho más a una sociedad vapuleada, extraviada, desconfiada y polarizada como nunca antes.

El estado de indefensión de la sociedad ante el abuso y ahora desfachatez de los que se creen dueños del país, pone a los mexicanos contra la pared. ¿A quién creerle ahora?, ¿en quien confiar algo, lo mínimo pues, para entregarles el voto y encumbrarlos en el poder al cual ven como el gran botín a repartir?

En el fondo, no hay nada nuevo en todo este capítulo hecho público de último minuto por el vencimiento de los plazos legales para hacerse de la candidatura por Torreón. La gran mayoría de la población sabe la clase de personajes que los representan y se imaginan como mucha facilidad sus alcances, se consigna a diario, todos son iguales o eso se afirma. Lo grave es que al confirmarse lo que todo mundo sospecha de la clase política mexicana, no solo se hunden ellos y ellas, la sociedad también es arrastrada alejándose más y más de las urnas y de los procesos electorales.

Pero ahí no termina el dilema, la avaricia y el cinismo cobran caro porque una vez rebasada y reconocida esa línea llamada concertación, pierden los voraces, pero también pierden las buenas y buenos políticos que sin duda existen, y sobre todo, pierden esos mexicanos que viven esperanzados en el eterno “cambio para mejorar”.

Esta ha sido la historia de México y sus cúpulas en el poder, sin embargo, la verdadera prueba del ácido está por venir. Veremos en los próximos días las peleas más viles no solo entre adversarios, sino entre aliados y hasta cómplices que buscan sobrevivir, pero esta ya no solo es una batalla de partidos. Es de vital importancia destacar que las instituciones, los próximos gobiernos y la condicionada democracia mexicana vive a partir de ya, su momento más crítico y de mayor riesgo por el acecho de la delincuencia organizada.

Los partidos y sus dueños están justo ahora en la selección y pelea de la mayor cantidad de candidaturas de que se tenga registro para unas elecciones en México y ante ese escenario las preguntas sobran: ¿A quiénes van a designar?, ¿qué van a privilegiar para definir las candidaturas?, ¿qué pesará más, el dinero sin importar de dónde venga o la probidad de los aspirantes?, ¿van a sentarse a pactar con la delincuencia?, Y de ser así, ¿quiénes van a llegar a puestos de gobierno y gabinetes?, ¿llegarán ciudadanos honorables y capacidad probada? o bien ¿arribarán al poder emisarios del crimen y la ilegalidad?.

El INE y los OPLES así como los tribunales electorales tienen la obligación de fiscalizar y castigar todas las irregularidades denunciadas y comprobadas, pero esos ordenamientos en el México de hoy ya no son garantía de legalidad y certeza.

Las famosas y codiciadas listas de futuros candidatos han sido siempre un coto de poder, el caso Coahuila lo reconfirma, por ello, esa decisión perversamente convertida en privilegio hoy ya no solo debe ser vista como una asunto de interés público, sino como un incuestionable tema de seguridad nacional.

Así deberá ser advertido, analizado y recordado por todos, para no acusar ignorancia o sorpresa sobre un potencial arribo de forajidos al poder, ese fenómeno que ya viven sociedades en otras naciones en el mundo.

Por el bien de México, que los estadistas surjan y que los políticos mercenarios se replieguen antes de que terminen entregando por completo al país.


Con absoluto descaro, la semana pasada parte de la clase política mexicana nacional mostró sin pudor alguno el grado de voracidad y vileza que en realidad la mueve cuando al país se le ve solo como un gran botín a repartir y en el extremo, a arrebatar.

Entre otras cosas, el acuerdo firmado entre Marko Cortés dirigente nacional del PAN, y Manólo Jiménez, Gobernador de Coahuila por el PRI, cae como literal mentada de madre a los mexicanos que no quieren la continuidad de MORENA en el poder.

Y es que redactar la repartición de candidatura, cargos, puestos, posiciones, rectorías y hasta notarías, no es más que otro signo de la decadencia y grave crisis por la que atraviesan todos los llamados institutos políticos de este país, esos que viven gracias a los impuestos de quienes dicen representar.

Terrible ironía saberte vulgarmente saqueado por quien te pide su confianza para que no te roben desde el poder, peor aún, que la codicia de unos cuantos ponga en riesgo la única opción que tienen aquellos mexicanos que exigen una nación diferente a la que hoy se vive.

Al haberse hecho pública una vulgar repartición que más tarde trataron de justificar evocando a la transparencia, revela la profunda descomposición política, el grado de complicidad de quienes en lo público se descalifican, pero en lo privado se coluden frotándose las manos y salivando sin cesar.

El hecho no debe ser visto como un escándalo más de estos personajes encumbrados en el poder. La revelación del acuerdo político en Coahuila degrada, divide y aleja mucho más a una sociedad vapuleada, extraviada, desconfiada y polarizada como nunca antes.

El estado de indefensión de la sociedad ante el abuso y ahora desfachatez de los que se creen dueños del país, pone a los mexicanos contra la pared. ¿A quién creerle ahora?, ¿en quien confiar algo, lo mínimo pues, para entregarles el voto y encumbrarlos en el poder al cual ven como el gran botín a repartir?

En el fondo, no hay nada nuevo en todo este capítulo hecho público de último minuto por el vencimiento de los plazos legales para hacerse de la candidatura por Torreón. La gran mayoría de la población sabe la clase de personajes que los representan y se imaginan como mucha facilidad sus alcances, se consigna a diario, todos son iguales o eso se afirma. Lo grave es que al confirmarse lo que todo mundo sospecha de la clase política mexicana, no solo se hunden ellos y ellas, la sociedad también es arrastrada alejándose más y más de las urnas y de los procesos electorales.

Pero ahí no termina el dilema, la avaricia y el cinismo cobran caro porque una vez rebasada y reconocida esa línea llamada concertación, pierden los voraces, pero también pierden las buenas y buenos políticos que sin duda existen, y sobre todo, pierden esos mexicanos que viven esperanzados en el eterno “cambio para mejorar”.

Esta ha sido la historia de México y sus cúpulas en el poder, sin embargo, la verdadera prueba del ácido está por venir. Veremos en los próximos días las peleas más viles no solo entre adversarios, sino entre aliados y hasta cómplices que buscan sobrevivir, pero esta ya no solo es una batalla de partidos. Es de vital importancia destacar que las instituciones, los próximos gobiernos y la condicionada democracia mexicana vive a partir de ya, su momento más crítico y de mayor riesgo por el acecho de la delincuencia organizada.

Los partidos y sus dueños están justo ahora en la selección y pelea de la mayor cantidad de candidaturas de que se tenga registro para unas elecciones en México y ante ese escenario las preguntas sobran: ¿A quiénes van a designar?, ¿qué van a privilegiar para definir las candidaturas?, ¿qué pesará más, el dinero sin importar de dónde venga o la probidad de los aspirantes?, ¿van a sentarse a pactar con la delincuencia?, Y de ser así, ¿quiénes van a llegar a puestos de gobierno y gabinetes?, ¿llegarán ciudadanos honorables y capacidad probada? o bien ¿arribarán al poder emisarios del crimen y la ilegalidad?.

El INE y los OPLES así como los tribunales electorales tienen la obligación de fiscalizar y castigar todas las irregularidades denunciadas y comprobadas, pero esos ordenamientos en el México de hoy ya no son garantía de legalidad y certeza.

Las famosas y codiciadas listas de futuros candidatos han sido siempre un coto de poder, el caso Coahuila lo reconfirma, por ello, esa decisión perversamente convertida en privilegio hoy ya no solo debe ser vista como una asunto de interés público, sino como un incuestionable tema de seguridad nacional.

Así deberá ser advertido, analizado y recordado por todos, para no acusar ignorancia o sorpresa sobre un potencial arribo de forajidos al poder, ese fenómeno que ya viven sociedades en otras naciones en el mundo.

Por el bien de México, que los estadistas surjan y que los políticos mercenarios se replieguen antes de que terminen entregando por completo al país.