/ lunes 8 de agosto de 2022

Sequía en Puebla empeora por desperdicio de agua y falta de captación de lluvia

Ante la sequía en Puebla, Juan Luis Hernández, especialista, reiteró que las inversiones de los gobiernos deben enfocarse en infraestructura para captación de agua

El desperdicio de agua, las escasas técnicas de captación de lluvias, así como la inequitativa distribución de las concesiones para el aprovechamiento de este recurso, acentúan la sequía que se vive en todo el país, condición a la cual Puebla no es ajena, señaló Juan Luis Hernández Pérez, maestro en Desarrollo Regional por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) y docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En entrevista con El Sol de Puebla, el académico, quien en 2008 ganó el Premio Nacional de Economía Agrícola “Ernest Federer 2018”, otorgado por la máxima casa de estudios mexicana, consideró que la sequedad observada durante 2022 en diversas regiones del país, entre ellas la meseta central en la que se incluye Puebla, es sólo una muestra del desequilibrio medioambiental que se acentuó durante la segunda década de los años 2000.

“El año 2020 lo recordaremos como un año trágico en términos de salud, no sólo con el tema de la pandemia, sino también porque fue un parteaguas en términos de desastres relacionados con eventos extremos (...) como inundaciones e incendios”, comentó.

Te recomendamos: Así luce la presa de Valsequillo en su nivel más bajo en 10 años [Fotos]

Autonomía alimentaria en riesgo

El investigador de la UNAM opinó que el escaso volumen hídrico constatado recientemente en la presa de Valsequillo no es casualidad, pues las alteraciones climáticas han dado lugar a estas consecuencias, las cuales, advirtió, estarán cada vez más presentes.

“Todo lo que falta del siglo XXI es importante porque deja entrever que las sequías a nivel mundial están ocurriendo con mayor intensidad y frecuencia (...) Se ha señalado que esto tiene que ver con el cambio climático (...) Además, se calcula que en el último año ha dejado llevar 25 por ciento menos”, refirió.

Por ello, indicó que los esfuerzos técnicos e inversiones de todos los niveles de gobierno deben estar enfocados a la infraestructura destinada al tratamiento y acumulación de agua.

“Es importante repensar las actividades agrícolas en este escenario de sequía. Es posible que se requiera plantear una reconversión de cultivos, quizás con menos agua, también implementar tecnología ahorradora (...) Este nuevo escenario debe incluirse en las perspectivas de desarrollo tanto a nivel público como privado”, apuntó.

Aunado a ello, el desperdicio hídrico agudiza la crisis para el futuro, ya que, por ejemplo, en la agricultura, alrededor del 60 por ciento del agua usada es malgastada.

“El 70 por ciento del agua [concesionada] se destina a la agricultura, para la producción de alimentos; [hay] que hacer más eficiente el uso de este vital líquido en la parcela, se desperdicia mucha agua en la parcela. Nuestros medios de eficiencia a nivel nacional son de [apenas] el 40 por ciento”, abundó.

Todo esto coloca en la incertidumbre a la autonomía alimentaria nacional, pues el campo ha sido el más golpeado por el clima adverso. Si las dificultades se acrecientan, la producción de alimentos como el maíz, que es el de mayor importancia en la economía mexicana, se verá gravemente comprometida. Esto sin contar que estos cultivos son temporales únicamente y no sólo regados con agua de presas.

De acuerdo con los datos más recientes del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 2019, la nación mexicana produjo 25 millones 811 mil 328 toneladas de maíz blanco. El resto de comestibles más relevantes son, el maíz de grano amarillo, trigo, sorgo, jitomate, chile, cebolla, frijol, calabaza, soya, arroz y amaranto.

Para ponerlo en retrospectiva, tan sólo el agua liberada en la presa de Valsequillo repercutió, en 2020, en la generación de 506 mil 012 toneladas de comestibles (maíz, chile, sorgo, frijol y alfalfa).

“La sequía pone en entredicho [la producción] y lo seguirá haciendo mientras que no se adopte como un problema socioambiental (...) y estructural, que seguirá poniendo en entredicho al menos estos rubros y otros como el acceso cotidiano al agua. Ya hay ciudades que padecen de tandeos y otros nuevos estados se están incorporando a esta dinámica. ajena que se vuelven ya cotidianos”, señaló el especialista.

Concesiones son inequitativas

Hernández Pérez hizo hincapié en la distribución de las concesiones de agua que se otorgan para el aprovechamiento de empresas y cultivos, pues aseguró que existe inequidad y poca vigilancia sobre las mismas. Un ejemplo, sostuvo, son las refresqueras y plantas de agua.

“Hay una una alta concentración de este vital líquido en pocas manos y estas empresas tienen que ver desde refresqueras, maquilladoras y hasta bancos (...) Esto permite tomar la idea de que no es sequía, sino, es saqueo”, opinó.

Por último, el especialista resaltó la pertinencia de incluir a las universidades en los procesos de transformación de técnicas e infraestructura, pues ello abonará a la diversificación de propuestas para captar, ahorrar y utilizar mejor el agua disponible en el país.

El desperdicio de agua, las escasas técnicas de captación de lluvias, así como la inequitativa distribución de las concesiones para el aprovechamiento de este recurso, acentúan la sequía que se vive en todo el país, condición a la cual Puebla no es ajena, señaló Juan Luis Hernández Pérez, maestro en Desarrollo Regional por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) y docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En entrevista con El Sol de Puebla, el académico, quien en 2008 ganó el Premio Nacional de Economía Agrícola “Ernest Federer 2018”, otorgado por la máxima casa de estudios mexicana, consideró que la sequedad observada durante 2022 en diversas regiones del país, entre ellas la meseta central en la que se incluye Puebla, es sólo una muestra del desequilibrio medioambiental que se acentuó durante la segunda década de los años 2000.

“El año 2020 lo recordaremos como un año trágico en términos de salud, no sólo con el tema de la pandemia, sino también porque fue un parteaguas en términos de desastres relacionados con eventos extremos (...) como inundaciones e incendios”, comentó.

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Autonomía alimentaria en riesgo

El investigador de la UNAM opinó que el escaso volumen hídrico constatado recientemente en la presa de Valsequillo no es casualidad, pues las alteraciones climáticas han dado lugar a estas consecuencias, las cuales, advirtió, estarán cada vez más presentes.

“Todo lo que falta del siglo XXI es importante porque deja entrever que las sequías a nivel mundial están ocurriendo con mayor intensidad y frecuencia (...) Se ha señalado que esto tiene que ver con el cambio climático (...) Además, se calcula que en el último año ha dejado llevar 25 por ciento menos”, refirió.

Por ello, indicó que los esfuerzos técnicos e inversiones de todos los niveles de gobierno deben estar enfocados a la infraestructura destinada al tratamiento y acumulación de agua.

“Es importante repensar las actividades agrícolas en este escenario de sequía. Es posible que se requiera plantear una reconversión de cultivos, quizás con menos agua, también implementar tecnología ahorradora (...) Este nuevo escenario debe incluirse en las perspectivas de desarrollo tanto a nivel público como privado”, apuntó.

Aunado a ello, el desperdicio hídrico agudiza la crisis para el futuro, ya que, por ejemplo, en la agricultura, alrededor del 60 por ciento del agua usada es malgastada.

“El 70 por ciento del agua [concesionada] se destina a la agricultura, para la producción de alimentos; [hay] que hacer más eficiente el uso de este vital líquido en la parcela, se desperdicia mucha agua en la parcela. Nuestros medios de eficiencia a nivel nacional son de [apenas] el 40 por ciento”, abundó.

Todo esto coloca en la incertidumbre a la autonomía alimentaria nacional, pues el campo ha sido el más golpeado por el clima adverso. Si las dificultades se acrecientan, la producción de alimentos como el maíz, que es el de mayor importancia en la economía mexicana, se verá gravemente comprometida. Esto sin contar que estos cultivos son temporales únicamente y no sólo regados con agua de presas.

De acuerdo con los datos más recientes del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 2019, la nación mexicana produjo 25 millones 811 mil 328 toneladas de maíz blanco. El resto de comestibles más relevantes son, el maíz de grano amarillo, trigo, sorgo, jitomate, chile, cebolla, frijol, calabaza, soya, arroz y amaranto.

Para ponerlo en retrospectiva, tan sólo el agua liberada en la presa de Valsequillo repercutió, en 2020, en la generación de 506 mil 012 toneladas de comestibles (maíz, chile, sorgo, frijol y alfalfa).

“La sequía pone en entredicho [la producción] y lo seguirá haciendo mientras que no se adopte como un problema socioambiental (...) y estructural, que seguirá poniendo en entredicho al menos estos rubros y otros como el acceso cotidiano al agua. Ya hay ciudades que padecen de tandeos y otros nuevos estados se están incorporando a esta dinámica. ajena que se vuelven ya cotidianos”, señaló el especialista.

Concesiones son inequitativas

Hernández Pérez hizo hincapié en la distribución de las concesiones de agua que se otorgan para el aprovechamiento de empresas y cultivos, pues aseguró que existe inequidad y poca vigilancia sobre las mismas. Un ejemplo, sostuvo, son las refresqueras y plantas de agua.

“Hay una una alta concentración de este vital líquido en pocas manos y estas empresas tienen que ver desde refresqueras, maquilladoras y hasta bancos (...) Esto permite tomar la idea de que no es sequía, sino, es saqueo”, opinó.

Por último, el especialista resaltó la pertinencia de incluir a las universidades en los procesos de transformación de técnicas e infraestructura, pues ello abonará a la diversificación de propuestas para captar, ahorrar y utilizar mejor el agua disponible en el país.

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