/ miércoles 5 de junio de 2019

El desarrollo artístico de los niños

Son muchas las actividades, que se deben realizar para despertar en los niños las diferentes manifestaciones artísticas, que tienen cada uno de ellos, y que con el desarrollo de su cuerpo empieza a comprender mejor sus aptitudes personales.

Los primeros pasos pueden ser: las entradas a una habitación cubriéndose los ojos, la imitación gestual y/o sonora de un perro, un gato, y los incipientes esbozos de situaciones dramáticas configuradas por la especial disposición de muñecos y objetos, son ensayos conducentes al juego, dado que aquí el niño maneja por compases aislados sin un ritmo que dé una unidad al juego, por fragmentos aislados y que generalmente no vuelve a repetir.

Hasta que en los juegos propiamente dichos descubrirá las posibilidades de una continuidad. Enfocaremos el análisis en edades entre 5 y 7 años, ya que abarcar a niños mayores o adolescentes excedería los límites del presente. Pero si quisiéramos definir que el trabajo con niños entre 8 y 12 años de edad es similar en sus lineamientos, aunque el mismo proceso de maduración le da un grado de complejidad al trabajo.

Hablando de socialización vemos que perdura el egocentrismo, el cual se mantendrá de los 8 – 9 años de edad, pero el niño de aproximadamente de los 5 años, juega con los demás en juegos y rondas con pautas a respetar.

No podemos hablar de una auténtica “cooperación” pero sí de juegos en compañía. El juego solitario se altera ahora y en forma eficiente con el juego compartido. Aprende a esperar “su turno” para poder realizar una acción. Precisamente porque esa ley le garantiza la atención de los demás, “poder mostrar” le produce goce.

Al mismo tiempo se implicará cada vez con los “otros” y aparecerá aquí una valoración distinta de los casos. Recordemos que a esta edad el niño asiste a la escuela primaria o a los primeros grados: por lo tanto, otros niños que no sean sus hermanos o amiguitos, otros adultos que no sean sus padres y otro lugar que no sea su casa, serán frecuentes por el niño en forma cotidiana. Es aquí precisamente donde podríamos remarcar el valor de la expresión dramática con respecto a la socialización, al contribuir a su individualización cada vez más creciente con respecto a sus padres.

Pero esto es bastante complejo porque tal diferencia tiene el doble efecto de “separación” y “acercamiento” al ámbito hogareño y especialmente de los padres.

Como esto genera en el niño sentimiento ambivalente, los vemos reflejados en los juegos dramáticos; un mismo objeto será digno de “gloria” y “oprobio” que inmediatamente será bueno: observemos el manejo simbólico que hará el niño en sus juegos normales, ya que le resultaría totalmente desorganizante y desequilibrante manejarse con los papeles reales en una dramatización.

Este compartir sentimiento de colaboración es uno de los principales aportes del desarrollo artístico que tiene los niños en la relación a la socialización.

En cuanto a la psicomotricidad: veremos cómo contribuimos desde el área a un mejor desarrollo de la misma. Podríamos caracterizar este momento por el placer que causa al niño coordinar sus movimientos con lo que se plantea realizar.

Debemos considerar el alto valor artístico-musical de los cantos y desplazamientos de un lado a otro de su cuerpo con ritmo y gracia. Es un goce para el niño probar sus movimientos en distintos ritmos y velocidades corporales. Mediante el correcto manejo de la activación por áreas corporales, podemos lograr la particularidad creativa proveniente de sus posibilidades y no de la imposición de modelos.

O sea los juegos y ejercicios, por ejemplo, los de ritmo, deben entusiasmar al niño a jugar y realizar tal o cual ritmo de manera fluida y no a tenerle por dificultades los logros.

Recordemos que aquí existe un establecimiento del ritmo como posibilidad, pero no olvidemos que es un ritmo realizado por niños, en el desarrollo de sus plenas manifestaciones artísticas.

Doctor en Educación.

Son muchas las actividades, que se deben realizar para despertar en los niños las diferentes manifestaciones artísticas, que tienen cada uno de ellos, y que con el desarrollo de su cuerpo empieza a comprender mejor sus aptitudes personales.

Los primeros pasos pueden ser: las entradas a una habitación cubriéndose los ojos, la imitación gestual y/o sonora de un perro, un gato, y los incipientes esbozos de situaciones dramáticas configuradas por la especial disposición de muñecos y objetos, son ensayos conducentes al juego, dado que aquí el niño maneja por compases aislados sin un ritmo que dé una unidad al juego, por fragmentos aislados y que generalmente no vuelve a repetir.

Hasta que en los juegos propiamente dichos descubrirá las posibilidades de una continuidad. Enfocaremos el análisis en edades entre 5 y 7 años, ya que abarcar a niños mayores o adolescentes excedería los límites del presente. Pero si quisiéramos definir que el trabajo con niños entre 8 y 12 años de edad es similar en sus lineamientos, aunque el mismo proceso de maduración le da un grado de complejidad al trabajo.

Hablando de socialización vemos que perdura el egocentrismo, el cual se mantendrá de los 8 – 9 años de edad, pero el niño de aproximadamente de los 5 años, juega con los demás en juegos y rondas con pautas a respetar.

No podemos hablar de una auténtica “cooperación” pero sí de juegos en compañía. El juego solitario se altera ahora y en forma eficiente con el juego compartido. Aprende a esperar “su turno” para poder realizar una acción. Precisamente porque esa ley le garantiza la atención de los demás, “poder mostrar” le produce goce.

Al mismo tiempo se implicará cada vez con los “otros” y aparecerá aquí una valoración distinta de los casos. Recordemos que a esta edad el niño asiste a la escuela primaria o a los primeros grados: por lo tanto, otros niños que no sean sus hermanos o amiguitos, otros adultos que no sean sus padres y otro lugar que no sea su casa, serán frecuentes por el niño en forma cotidiana. Es aquí precisamente donde podríamos remarcar el valor de la expresión dramática con respecto a la socialización, al contribuir a su individualización cada vez más creciente con respecto a sus padres.

Pero esto es bastante complejo porque tal diferencia tiene el doble efecto de “separación” y “acercamiento” al ámbito hogareño y especialmente de los padres.

Como esto genera en el niño sentimiento ambivalente, los vemos reflejados en los juegos dramáticos; un mismo objeto será digno de “gloria” y “oprobio” que inmediatamente será bueno: observemos el manejo simbólico que hará el niño en sus juegos normales, ya que le resultaría totalmente desorganizante y desequilibrante manejarse con los papeles reales en una dramatización.

Este compartir sentimiento de colaboración es uno de los principales aportes del desarrollo artístico que tiene los niños en la relación a la socialización.

En cuanto a la psicomotricidad: veremos cómo contribuimos desde el área a un mejor desarrollo de la misma. Podríamos caracterizar este momento por el placer que causa al niño coordinar sus movimientos con lo que se plantea realizar.

Debemos considerar el alto valor artístico-musical de los cantos y desplazamientos de un lado a otro de su cuerpo con ritmo y gracia. Es un goce para el niño probar sus movimientos en distintos ritmos y velocidades corporales. Mediante el correcto manejo de la activación por áreas corporales, podemos lograr la particularidad creativa proveniente de sus posibilidades y no de la imposición de modelos.

O sea los juegos y ejercicios, por ejemplo, los de ritmo, deben entusiasmar al niño a jugar y realizar tal o cual ritmo de manera fluida y no a tenerle por dificultades los logros.

Recordemos que aquí existe un establecimiento del ritmo como posibilidad, pero no olvidemos que es un ritmo realizado por niños, en el desarrollo de sus plenas manifestaciones artísticas.

Doctor en Educación.