/ jueves 27 de diciembre de 2018

La lectura es para siempre

Lo que los niños aprenden sobre la lectura en sus primeros años de vida queda para siempre en su mente, procesando poco a poco la información, la que se va perfeccionando con los conocimientos y el transcurso de los años.

La lectura abarca un complejo de procesos mentales que incluyen información de dos clases: la primera es la lingüística (sobre el significado, la sintaxis, el vocabulario, la forma del texto, las letras, etcétera.)

La segunda es la extralingüística (sobre la situación comunicativa, el objeto al que el texto se refiere, al modo de tratar la información, etcétera).

Para comprender un texto, el lector debe activar el conocimiento lingüístico y extralingüístico que tiene almacenados en la memoria e integrarlos con los que el texto expresa de manera explícita e implícita.

La mayoría de los autores que describe el proceso de lectura se basa en modelos elaborados a partir de investigar cómo proceden los lectores experimentados, a los que llaman “expertos”.

En consecuencia, es más común encontrar descripciones de cómo leen los estudiantes, “no expertos” o “novatos”, en oposición a los “expertos”, que descripciones basadas en sus propias capacidades y formas de leer.

Veamos primero qué se dice respecto de los “lectores expertos” y, luego, qué puede extraerse de ello en relación con los estudiantes.

De los expertos se plantea que la lectura se realiza en niveles secuenciales porque la capacidad de memoria o recuerdo no permite retener toda la información de una vez. Los procesos que describen los expertos son automáticos, es decir, el lector los realiza sin darse cuenta. Primero, el lector toma como información que entra en su memoria la superficie del texto, es decir, las palabras, sus relaciones y las ideas que van expresando el significado del texto en el mismo orden en que aparecen en él.

Posteriormente, elabora una representación mental de esa superficie. Una prueba de que el lector es sensible a la superficie del texto es que realiza pausas en los finales de frases y oraciones, segmentando mentalmente unidades de información.

En la superficie del texto hay muchas ideas que estos expertos investigadores llaman “microestructuras”.

El lector verifica a qué se refieren las microestructuras o ideas leídas. Si encuentra que esa lista de ideas se refiere coherentemente a algo, la conserva para seguir procesándola mentalmente.

Si encuentra que le falta información, inicia procesos para completarla, que se conocen como “inferencias”. El resultado de hacer inferencias es completar informaciones y volver el texto más coherente. A esta segunda reconstrucción que hace el lector se la conoce como “texto base”.

Desde el principio el lector construye hipótesis y a medida que avanza en la lectura las confirma o desecha. Por esta razón, puede decir, por ejemplo, que pensaba inicialmente que un personaje iba a actuar de tal forma y que finalmente actuó de otra.

Pronto, las informaciones se reacomodan en la memoria según su importancia. De este modo, en cada ciclo, se reducen las microestructuras y se va formando una “macroestructura”. La macroestructura no tiene forma de lista, sino que es jerárquica, está organizada de acuerdo con la importancia de las informaciones y es, por lo tanto, más breve. La macroestructura que más reduce el texto suele ser el título o una frase que extrae su contenido original.

Los niños y jóvenes lectores llegan a elaborar una red jerárquica poniendo en marcha cuatro operaciones denominadas por los expertos como “macrorreglas”. Las macrorreglas transforman las ideas del texto base en la macroestructura.

Dos de las macrorreglas seleccionan información importante eliminando la superflua, como las aclaraciones o los ejemplos. Las otras dos construyen información global o general (como un subtítulo) reuniendo varias informaciones específicas.

La aplicación de las macrroreglas está determinada por los siguientes dos aspectos: el texto o lo que su autor considera importante, que está señalado en los títulos y en las partes finales que sintetizan lo dicho. Lo aprendido sobre la lectura queda para siempre.


*Doctor en Educación

Lo que los niños aprenden sobre la lectura en sus primeros años de vida queda para siempre en su mente, procesando poco a poco la información, la que se va perfeccionando con los conocimientos y el transcurso de los años.

La lectura abarca un complejo de procesos mentales que incluyen información de dos clases: la primera es la lingüística (sobre el significado, la sintaxis, el vocabulario, la forma del texto, las letras, etcétera.)

La segunda es la extralingüística (sobre la situación comunicativa, el objeto al que el texto se refiere, al modo de tratar la información, etcétera).

Para comprender un texto, el lector debe activar el conocimiento lingüístico y extralingüístico que tiene almacenados en la memoria e integrarlos con los que el texto expresa de manera explícita e implícita.

La mayoría de los autores que describe el proceso de lectura se basa en modelos elaborados a partir de investigar cómo proceden los lectores experimentados, a los que llaman “expertos”.

En consecuencia, es más común encontrar descripciones de cómo leen los estudiantes, “no expertos” o “novatos”, en oposición a los “expertos”, que descripciones basadas en sus propias capacidades y formas de leer.

Veamos primero qué se dice respecto de los “lectores expertos” y, luego, qué puede extraerse de ello en relación con los estudiantes.

De los expertos se plantea que la lectura se realiza en niveles secuenciales porque la capacidad de memoria o recuerdo no permite retener toda la información de una vez. Los procesos que describen los expertos son automáticos, es decir, el lector los realiza sin darse cuenta. Primero, el lector toma como información que entra en su memoria la superficie del texto, es decir, las palabras, sus relaciones y las ideas que van expresando el significado del texto en el mismo orden en que aparecen en él.

Posteriormente, elabora una representación mental de esa superficie. Una prueba de que el lector es sensible a la superficie del texto es que realiza pausas en los finales de frases y oraciones, segmentando mentalmente unidades de información.

En la superficie del texto hay muchas ideas que estos expertos investigadores llaman “microestructuras”.

El lector verifica a qué se refieren las microestructuras o ideas leídas. Si encuentra que esa lista de ideas se refiere coherentemente a algo, la conserva para seguir procesándola mentalmente.

Si encuentra que le falta información, inicia procesos para completarla, que se conocen como “inferencias”. El resultado de hacer inferencias es completar informaciones y volver el texto más coherente. A esta segunda reconstrucción que hace el lector se la conoce como “texto base”.

Desde el principio el lector construye hipótesis y a medida que avanza en la lectura las confirma o desecha. Por esta razón, puede decir, por ejemplo, que pensaba inicialmente que un personaje iba a actuar de tal forma y que finalmente actuó de otra.

Pronto, las informaciones se reacomodan en la memoria según su importancia. De este modo, en cada ciclo, se reducen las microestructuras y se va formando una “macroestructura”. La macroestructura no tiene forma de lista, sino que es jerárquica, está organizada de acuerdo con la importancia de las informaciones y es, por lo tanto, más breve. La macroestructura que más reduce el texto suele ser el título o una frase que extrae su contenido original.

Los niños y jóvenes lectores llegan a elaborar una red jerárquica poniendo en marcha cuatro operaciones denominadas por los expertos como “macrorreglas”. Las macrorreglas transforman las ideas del texto base en la macroestructura.

Dos de las macrorreglas seleccionan información importante eliminando la superflua, como las aclaraciones o los ejemplos. Las otras dos construyen información global o general (como un subtítulo) reuniendo varias informaciones específicas.

La aplicación de las macrroreglas está determinada por los siguientes dos aspectos: el texto o lo que su autor considera importante, que está señalado en los títulos y en las partes finales que sintetizan lo dicho. Lo aprendido sobre la lectura queda para siempre.


*Doctor en Educación