/ martes 19 de febrero de 2019

Las mañaneras

Le llaman “las mañaneras” y forman parte esencial del nuevo estilo de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

O más aún: han sido el eje estratégico de su administración.

El modelo es único en el mundo y al menos hasta ahora, debe reconocerse, ha resultado exitoso.

Nadie lo hubiera calculado así, quizá ni su propio gestor y actor principal –López Obrador-, ni mucho menos aquellos que se presumen expertos en los temas de los medios y de la comunicación política.

Se trata de las conferencias matutinas que a diario ofrece el titular del Ejecutivo.

De lunes a viernes a las siete de la mañana, AMLO enfrenta a un centenar de reporteros, fotógrafos y camarógrafos para exponer el tema del día y aquellos asuntos de interés público, especialmente los que son de su mayor conveniencia.

Siempre responde a cuanta pregunta sea planteada con simpleza y naturalidad, además que se acompaña de los funcionarios vinculados a los asuntos torales, a quienes también expone a los cuestionamientos.

Las “mañaneras” pueden verse en vivo a nivel nacional por varios canales de televisión o seguirse por la radio y los mensajes esenciales desde muy temprano logran tener repercusión en redes sociales.

En horas subsecuentes, los temas son tratados, analizados, comentados y hasta cuestionados en todos los espacios informativos.

Así ha sido hasta ahora respecto a diversa temática, especialmente en los casos de mayor estridencia, como han sido el relativo al del robo de combustibles, que tuvo una secuencia mediática inusual, y más recientemente el de la cancelación de guarderías, por mencionar algunos.

Es este sin duda todo un ejercicio innovador que ha roto con el viejo esquema en el que el presidente sólo contestaba preguntas directas de los reporteros en casos especiales.

Para eso estaba la figura del Vocero, al estilo estadounidense, quien a nombre del gobierno informaba, explicaba, aclaraba los temas del momento.

Ahora no, es el propio presidente quien da la información; la dimensiona, y la pondera con el contexto que más la conviene.

Con esta modalidad el presidente cumple con los principios fundamentales del buen comunicador: ir la ofensiva informativa, destacar las acciones, minimizar errores, evitar filtraciones o distorsiones y, muy importante, marcar la agenda mediática.

Pero además, en su estilo propio de comunicar suele añadir líneas discursivas, expresiones que ya son del dominio público y que sin duda refuerzan su imagen y solidifican su posicionamiento.

De acuerdo a un seguimiento analítico de sus conferencias de prensa, entre las frases más pronunciadas durante sus narrativas son: “vamos bien”, “vamos muy bien”, “estamos avanzando”, y entre las de implicación negativa: “neoliberal”, “conservador”, “fifí”, “no somos iguales”, “ya se acabó la corrupción”.

Y también, en casos de emergencia ante cuestionamientos imprevistos de reporteros, ante falta de información, las respuestas más recurridas han sido: “no tengo el dato”, “no tengo conocimiento”, “no tengo todavía las cifras” o un simple y evasivo “no sé”.

Es pues un modo y un estilo de comunicar inédito que no deja de sorprender.

Para algunos a quienes he cuestionado, las “mañaneras” son percibidas como necesarias y útiles, en el marco del derecho a la información; conocer el qué, cómo, quién, cuándo, por qué y para qué de los asuntos públicos produce mayor comprensión y genera empatía, lo que explica el mejor posicionamiento del presidente.

Para otros, las conferencias suelen ser interesantes, divertidas y hasta hay quien las define como graciosas.

En cualquier caso, debe reconocerse que hasta ahora esta dinámica informativa le ha redituado, pero nadie sabe hasta cuánto tiempo más.

Al menos en mi caso, no lo veo en ese mismo formato en todo el sexenio, y ni siquiera en tres o cuatro años más. Creo que este ejercicio acabará por agotarse y a perder impacto.

Y usted, ¿qué cree?

Le llaman “las mañaneras” y forman parte esencial del nuevo estilo de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

O más aún: han sido el eje estratégico de su administración.

El modelo es único en el mundo y al menos hasta ahora, debe reconocerse, ha resultado exitoso.

Nadie lo hubiera calculado así, quizá ni su propio gestor y actor principal –López Obrador-, ni mucho menos aquellos que se presumen expertos en los temas de los medios y de la comunicación política.

Se trata de las conferencias matutinas que a diario ofrece el titular del Ejecutivo.

De lunes a viernes a las siete de la mañana, AMLO enfrenta a un centenar de reporteros, fotógrafos y camarógrafos para exponer el tema del día y aquellos asuntos de interés público, especialmente los que son de su mayor conveniencia.

Siempre responde a cuanta pregunta sea planteada con simpleza y naturalidad, además que se acompaña de los funcionarios vinculados a los asuntos torales, a quienes también expone a los cuestionamientos.

Las “mañaneras” pueden verse en vivo a nivel nacional por varios canales de televisión o seguirse por la radio y los mensajes esenciales desde muy temprano logran tener repercusión en redes sociales.

En horas subsecuentes, los temas son tratados, analizados, comentados y hasta cuestionados en todos los espacios informativos.

Así ha sido hasta ahora respecto a diversa temática, especialmente en los casos de mayor estridencia, como han sido el relativo al del robo de combustibles, que tuvo una secuencia mediática inusual, y más recientemente el de la cancelación de guarderías, por mencionar algunos.

Es este sin duda todo un ejercicio innovador que ha roto con el viejo esquema en el que el presidente sólo contestaba preguntas directas de los reporteros en casos especiales.

Para eso estaba la figura del Vocero, al estilo estadounidense, quien a nombre del gobierno informaba, explicaba, aclaraba los temas del momento.

Ahora no, es el propio presidente quien da la información; la dimensiona, y la pondera con el contexto que más la conviene.

Con esta modalidad el presidente cumple con los principios fundamentales del buen comunicador: ir la ofensiva informativa, destacar las acciones, minimizar errores, evitar filtraciones o distorsiones y, muy importante, marcar la agenda mediática.

Pero además, en su estilo propio de comunicar suele añadir líneas discursivas, expresiones que ya son del dominio público y que sin duda refuerzan su imagen y solidifican su posicionamiento.

De acuerdo a un seguimiento analítico de sus conferencias de prensa, entre las frases más pronunciadas durante sus narrativas son: “vamos bien”, “vamos muy bien”, “estamos avanzando”, y entre las de implicación negativa: “neoliberal”, “conservador”, “fifí”, “no somos iguales”, “ya se acabó la corrupción”.

Y también, en casos de emergencia ante cuestionamientos imprevistos de reporteros, ante falta de información, las respuestas más recurridas han sido: “no tengo el dato”, “no tengo conocimiento”, “no tengo todavía las cifras” o un simple y evasivo “no sé”.

Es pues un modo y un estilo de comunicar inédito que no deja de sorprender.

Para algunos a quienes he cuestionado, las “mañaneras” son percibidas como necesarias y útiles, en el marco del derecho a la información; conocer el qué, cómo, quién, cuándo, por qué y para qué de los asuntos públicos produce mayor comprensión y genera empatía, lo que explica el mejor posicionamiento del presidente.

Para otros, las conferencias suelen ser interesantes, divertidas y hasta hay quien las define como graciosas.

En cualquier caso, debe reconocerse que hasta ahora esta dinámica informativa le ha redituado, pero nadie sabe hasta cuánto tiempo más.

Al menos en mi caso, no lo veo en ese mismo formato en todo el sexenio, y ni siquiera en tres o cuatro años más. Creo que este ejercicio acabará por agotarse y a perder impacto.

Y usted, ¿qué cree?