/ lunes 4 de mayo de 2020

Covid-19; ¿Tener o no tener madre?

Justo en la parte más peligrosa de la pandemia, una parte de los poblanos parece haber claudicado a las recomendaciones de confinamiento hechas (con tibieza) por las autoridades de los tres niveles de gobierno.

Sin multas económicas, uso de la fuerza pública o incluso la posibilidad de arresto como ocurre en otros países, en la capital del estado cualquier pretexto es bueno para abandonar el encierro e ir en familia a dar una vuelta por el centro de la ciudad, hacer compras al mercado más cercano o al tianguis que también, a pesar de estar prohibido, se resiste a abandonar su instalación.

Los exhortos y “llamados a misa” de poco han servido para quienes: siguen realizando torneos de futbol, saturaron las pizzerías el 30 de abril, venden y compran autos en la zona de Villa Verde siguen exponiéndose en las calles sin utilizar los protocolos de sana distancia, estornudo e higiene o toman estos días como asueto y organizan reuniones familiares.

Ni las 167 defunciones reportadas oficialmente al corte de la noche del 3 de mayo, atribuibles al SARS-coV-2 han sido suficientes para convencer a los poblanos de que deben endurecer las medidas de autoconfinamiento. Tampoco la advertencia de que los sistemas de salubridad pueden colapsar de un momento a otro ante una ola de pacientes.

Y dos factores adicionales de riesgo están por coincidir: la etapa de mayor número de contagios, la cresta, como le llaman los epidemiólogos y la arraigada celebración del 10 de mayo en honor a las madres.

Una parte de esta eventualidad ya se pretende atacar con la suspensión, por decreto, de las venta en restaurantes de comidas y mediante la suspensión de visitas a panteones durante el tiempo que dure la contingencia sanitaria.

Sin embargo, una tradición tan arraigada en México desde hace 98 años, el valemadrismo impregnado en el ADN de los mexicanos y el simple pretexto para realizar reuniones familiares bien podría ser un factor de riesgo en estos contextos que reclaman un riguroso encierro.

El próximo domingo 10 de mayo, pues, representa un reto importante para quienes tienen, quienes tenemos madre, y quieren festejarle a pesar de que la simple convivencia puede traer un regalo involuntario no tan grato como es el contagio.

Desde 1922, año en el que se conmemora en el país el Día de las Madres no se tiene registro de una celebración tan atípica pues ni la de hace 11 años -en 2009- enmarcada por la contingencia sanitaria por el virus de la Influenza H1N1 exigió la cancelación de actividades cotidianas.

Hoy, bajo estas nuevas condiciones de alerta epidemiológica nada mal haría que los gobiernos ejercieran actos de autoridad para inhibir el flujo no indispensable de personas y contribuir a que en la medida de lo posible sea más manejable esta crisis sanitaria.

Y si los gobierno de la 4T no se atreven a esto por el temor a ser impopulares que no quede en nosotros y tengamos tantita, tantita madre.

Hasta la próxima.

salvador_rios@elsoldepuebla.com.mx

Twitter: @elsalvadorrios

Justo en la parte más peligrosa de la pandemia, una parte de los poblanos parece haber claudicado a las recomendaciones de confinamiento hechas (con tibieza) por las autoridades de los tres niveles de gobierno.

Sin multas económicas, uso de la fuerza pública o incluso la posibilidad de arresto como ocurre en otros países, en la capital del estado cualquier pretexto es bueno para abandonar el encierro e ir en familia a dar una vuelta por el centro de la ciudad, hacer compras al mercado más cercano o al tianguis que también, a pesar de estar prohibido, se resiste a abandonar su instalación.

Los exhortos y “llamados a misa” de poco han servido para quienes: siguen realizando torneos de futbol, saturaron las pizzerías el 30 de abril, venden y compran autos en la zona de Villa Verde siguen exponiéndose en las calles sin utilizar los protocolos de sana distancia, estornudo e higiene o toman estos días como asueto y organizan reuniones familiares.

Ni las 167 defunciones reportadas oficialmente al corte de la noche del 3 de mayo, atribuibles al SARS-coV-2 han sido suficientes para convencer a los poblanos de que deben endurecer las medidas de autoconfinamiento. Tampoco la advertencia de que los sistemas de salubridad pueden colapsar de un momento a otro ante una ola de pacientes.

Y dos factores adicionales de riesgo están por coincidir: la etapa de mayor número de contagios, la cresta, como le llaman los epidemiólogos y la arraigada celebración del 10 de mayo en honor a las madres.

Una parte de esta eventualidad ya se pretende atacar con la suspensión, por decreto, de las venta en restaurantes de comidas y mediante la suspensión de visitas a panteones durante el tiempo que dure la contingencia sanitaria.

Sin embargo, una tradición tan arraigada en México desde hace 98 años, el valemadrismo impregnado en el ADN de los mexicanos y el simple pretexto para realizar reuniones familiares bien podría ser un factor de riesgo en estos contextos que reclaman un riguroso encierro.

El próximo domingo 10 de mayo, pues, representa un reto importante para quienes tienen, quienes tenemos madre, y quieren festejarle a pesar de que la simple convivencia puede traer un regalo involuntario no tan grato como es el contagio.

Desde 1922, año en el que se conmemora en el país el Día de las Madres no se tiene registro de una celebración tan atípica pues ni la de hace 11 años -en 2009- enmarcada por la contingencia sanitaria por el virus de la Influenza H1N1 exigió la cancelación de actividades cotidianas.

Hoy, bajo estas nuevas condiciones de alerta epidemiológica nada mal haría que los gobiernos ejercieran actos de autoridad para inhibir el flujo no indispensable de personas y contribuir a que en la medida de lo posible sea más manejable esta crisis sanitaria.

Y si los gobierno de la 4T no se atreven a esto por el temor a ser impopulares que no quede en nosotros y tengamos tantita, tantita madre.

Hasta la próxima.

salvador_rios@elsoldepuebla.com.mx

Twitter: @elsalvadorrios