/ miércoles 10 de agosto de 2022

El chile en nogada, un platillo para todos

Agosto es un mes que me trae muy buenos recuerdos de la infancia. Más allá de los datos que puedo o no recordar de manera exacta sobre cómo ocurrieron hace algunos años, esta época me evoca un muy buen sabor de boca.


No lo voy a negar, soy una persona a la que le gusta disfrutar la buena gastronomía y por ende mi favorita es la poblana, debilidad que estoy seguro comparto con muchos de los lectores. No por nada, la UNESCO la reconoció en 2010, en el centenario de la Revolución Mexicana, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Y es que la comida, más allá de ser fundamental para la sobrevivencia y desarrollo de las capacidades del ser humano, es un placer que se comparte en familia.


Justo así, recuerdo estos días en la casa de mis padres, compartiendo en esta temporada un delicioso chile en nogada, platillo que, de acuerdo a la historia, fue creado por las madres Agustinas del Convento de Santa Mónica con motivo de la celebración de la Independencia de México y en homenaje a Agustín de Iturbide.


Muchas familias hoy en día lo siguen haciendo, e incluso ya se ha instituido de manera formal una temporada, aprovechando que desde finales del mes de julio y hasta septiembre, es el momento idóneo para la cosecha de sus ingredientes como son el chile poblano, la nuez de castilla, la granada, la manzana panochera, entre otros.


Sin duda lo mejor de este platillo es su sabor, pero a diferencia de cualquier otro, nos ofrece atributos insustituibles que deberían hacerlo asequible a todas y todos los mexicanos. Porque más allá de ser mera comida, nos recuerdan la patria de la que somos parte y que nos ha regalado la posibilidad de ser lo que hoy somos.


Lo experimenté cuando era niño. Al estar sentado a la mesa, con el plato enfrente, se presentaba la oportunidad idónea para recordar al bisabuelo Aquiles Serdán y a sus hermanos.


Al final, los colores del chile en nogada no son una coincidencia. Están puestos ahí para evocar a la patria y al sacrificio que han hecho miles de hombres a favor de la justicia y la libertad de esta nación.


Por supuesto que traer a la memoria los sucesos del 18 de noviembre de 1910 no era fácil. Estos hechos habían resquebrajado a la familia. Sin embargo, siempre podíamos pasar del por qué al para qué y eso daba sentido a todo.


La abuela Isabel recordaba las pláticas que tuvo con Carmen Serdán y el privilegio que significaba poder estar sentados ahí mismo y, sobre todo, poder estar disfrutando de ese momento y de una buena comida.


Nos hacía mucho énfasis en lo afortunados que éramos al poder tener esas comodidades y en poder visualizar cómo muchas personas no las tienen a su alcance.


Nos decía que ese fue el motivo que llevó a los Serdán a unirse y compartir los ideales maderistas.


En una de las grabaciones que hice a mi abuela de los textos de Carmen, de viva voz lo manifiesta así: “Poco a poco todos nos involucramos y participamos; era de esperarse la causa era justa para la época, no era lo que hoy ves, el país se veía muy bien según los que tenían, pero la gente que no podía ni entrar a las ciudades, era muy triste cómo se les trataba”.


Es por ello que al ver al chile en nogada no puedo dejar de pensar en lo grandioso que tiene un platillo que nos regala un gran sabor, pero que además nos transmite un gran valor: el recordar que el privilegio de la libertad debe ser ejercido a favor de la justicia social.


Me siento sumamente privilegiado de poder anidar estos recuerdos, ya que han sido precisamente estas experiencias en la familia las que han forjado mis valores como persona.


Hoy, aprovechando un chile en nogada, quiero recordar la importancia de retomar las comidas familiares. No siempre habrá para un platillo tan sofisticado, pero bastarán unas tortillas y frijoles para no perder la oportunidad de escuchar a nuestros padres y abuelos, así como a los hijos.


Cada familia tiene su historia y estoy seguro que siempre habrá algo digno para compartir que nos enseñe, a través de la experiencia, a ser mejores mexicanos.




Agosto es un mes que me trae muy buenos recuerdos de la infancia. Más allá de los datos que puedo o no recordar de manera exacta sobre cómo ocurrieron hace algunos años, esta época me evoca un muy buen sabor de boca.


No lo voy a negar, soy una persona a la que le gusta disfrutar la buena gastronomía y por ende mi favorita es la poblana, debilidad que estoy seguro comparto con muchos de los lectores. No por nada, la UNESCO la reconoció en 2010, en el centenario de la Revolución Mexicana, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Y es que la comida, más allá de ser fundamental para la sobrevivencia y desarrollo de las capacidades del ser humano, es un placer que se comparte en familia.


Justo así, recuerdo estos días en la casa de mis padres, compartiendo en esta temporada un delicioso chile en nogada, platillo que, de acuerdo a la historia, fue creado por las madres Agustinas del Convento de Santa Mónica con motivo de la celebración de la Independencia de México y en homenaje a Agustín de Iturbide.


Muchas familias hoy en día lo siguen haciendo, e incluso ya se ha instituido de manera formal una temporada, aprovechando que desde finales del mes de julio y hasta septiembre, es el momento idóneo para la cosecha de sus ingredientes como son el chile poblano, la nuez de castilla, la granada, la manzana panochera, entre otros.


Sin duda lo mejor de este platillo es su sabor, pero a diferencia de cualquier otro, nos ofrece atributos insustituibles que deberían hacerlo asequible a todas y todos los mexicanos. Porque más allá de ser mera comida, nos recuerdan la patria de la que somos parte y que nos ha regalado la posibilidad de ser lo que hoy somos.


Lo experimenté cuando era niño. Al estar sentado a la mesa, con el plato enfrente, se presentaba la oportunidad idónea para recordar al bisabuelo Aquiles Serdán y a sus hermanos.


Al final, los colores del chile en nogada no son una coincidencia. Están puestos ahí para evocar a la patria y al sacrificio que han hecho miles de hombres a favor de la justicia y la libertad de esta nación.


Por supuesto que traer a la memoria los sucesos del 18 de noviembre de 1910 no era fácil. Estos hechos habían resquebrajado a la familia. Sin embargo, siempre podíamos pasar del por qué al para qué y eso daba sentido a todo.


La abuela Isabel recordaba las pláticas que tuvo con Carmen Serdán y el privilegio que significaba poder estar sentados ahí mismo y, sobre todo, poder estar disfrutando de ese momento y de una buena comida.


Nos hacía mucho énfasis en lo afortunados que éramos al poder tener esas comodidades y en poder visualizar cómo muchas personas no las tienen a su alcance.


Nos decía que ese fue el motivo que llevó a los Serdán a unirse y compartir los ideales maderistas.


En una de las grabaciones que hice a mi abuela de los textos de Carmen, de viva voz lo manifiesta así: “Poco a poco todos nos involucramos y participamos; era de esperarse la causa era justa para la época, no era lo que hoy ves, el país se veía muy bien según los que tenían, pero la gente que no podía ni entrar a las ciudades, era muy triste cómo se les trataba”.


Es por ello que al ver al chile en nogada no puedo dejar de pensar en lo grandioso que tiene un platillo que nos regala un gran sabor, pero que además nos transmite un gran valor: el recordar que el privilegio de la libertad debe ser ejercido a favor de la justicia social.


Me siento sumamente privilegiado de poder anidar estos recuerdos, ya que han sido precisamente estas experiencias en la familia las que han forjado mis valores como persona.


Hoy, aprovechando un chile en nogada, quiero recordar la importancia de retomar las comidas familiares. No siempre habrá para un platillo tan sofisticado, pero bastarán unas tortillas y frijoles para no perder la oportunidad de escuchar a nuestros padres y abuelos, así como a los hijos.


Cada familia tiene su historia y estoy seguro que siempre habrá algo digno para compartir que nos enseñe, a través de la experiencia, a ser mejores mexicanos.




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