/ domingo 30 de julio de 2023

La bomba atómica del siglo XXI

Estamos a días de conmemorar a las víctimas de los bombardeos atómicos de uranio en Hiroshima y de plutonio en Nagasaki, en Japón el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente; ataques ordenados por Harry S. Truman entonces presidente de los Estados Unidos, hecho que contribuyó a su rendición, además de la guerra soviético-japonesa, y fin definitivo de la II GM. Pero quedó en el ambiente una sensación de recelo para el futuro de los derechos humanos.

J. Robert Oppenheimer (1904-1967) un prodigioso neoyorkino que se doctoró a los 23 años, cuyo científico hizo avanzar la teoría cuántica y predijo el neutrón y el agujero negro (National Geographic, 28 jun 2023), en 1942 lideró el ultrasecreto proyecto científico Manhattan que culminó con la bomba atómica, esa que aniquiló un mínimo de 110 000 personas.

“En algún sentido crudo que ninguna vulgaridad, ningún humor, ninguna exageración puede extinguir, los físicos han conocido el pecado, y éste es un conocimiento que no pueden perder”, dijo en 1950, y declaró en una entrevista en 1965 que durante el desarrollo del proyecto en el desierto de Nuevo México (EE. UU.) se sintió siempre bajo permanentes dilemas éticos. Este hombre al parecer vivió finalmente atormentado por su creación, había dado al mundo un arma letal que implicaba dejar a un lado cualquier valor.

En la década de los 50s, el macartismo alcanzó a Oppenheimer: todo aquel sospechoso de simpatizar con el comunismo o ser disidente del gobierno norteamericano, fue perseguido por subversivo y acusado de traición a la patria, anotado en una lista negra que el senador Joseph Raymond McCarthy promovía. Así, cualquiera que fuera acusado debía demostrar que no pertenecía o simpatizaba con el Partido Comunista, porque en algún momento de su vida había sido afín a las ideas del comunismo. Los acontecimientos que se sucedieron después del lanzamiento de las bombas fueron determinantes en el líder científico, quien decidió sólo dar conferencias y la vida académica.

El liderazgo que el científico había demostrado durante el Proyecto Manhattan no se percibió en la historia posterior, no se conoce que se haya arrepentido de la creación de la bomba atómica, pero sí de su negativa para trabajar en una bomba de nitrógeno. El horror que dejó a la humanidad en el siglo XX , tal vez lo llevó a intentar influir en contra de la carrera armamentista de la Guerra Fría.

¿Cómo despreciar un avance científico? es poco probable que el creador de una obra de tal magnitud se arrepienta; sin embargo, hay una colindancia que pervive en la frontera de la ciencia y la ética. Tanto como depreciar la invención de un cuchillo o de máquinas cortadoras de carne y hueso, que aligeran y facilitan la vida diaria de la humanidad, frente a lo denostable que es usar esas mismos objetos para herir o matar a una persona. Toda proporción guardada, es la ética que debiera privilegiase, para que se hagan realidad los derechos humanos.

En pleno siglo XXI se cierne una crisis frente a ciertas decisiones que se toman desde los gobiernos. La bomba atómica de nuestra era se compone de falta de valores que llevan a tomar decisiones erráticas para enfrentar los grandes males sociales, potenciados en pandemia: violencia, pobreza, desigualdad, esos que matan lentamente. Para pensar.


*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Estamos a días de conmemorar a las víctimas de los bombardeos atómicos de uranio en Hiroshima y de plutonio en Nagasaki, en Japón el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente; ataques ordenados por Harry S. Truman entonces presidente de los Estados Unidos, hecho que contribuyó a su rendición, además de la guerra soviético-japonesa, y fin definitivo de la II GM. Pero quedó en el ambiente una sensación de recelo para el futuro de los derechos humanos.

J. Robert Oppenheimer (1904-1967) un prodigioso neoyorkino que se doctoró a los 23 años, cuyo científico hizo avanzar la teoría cuántica y predijo el neutrón y el agujero negro (National Geographic, 28 jun 2023), en 1942 lideró el ultrasecreto proyecto científico Manhattan que culminó con la bomba atómica, esa que aniquiló un mínimo de 110 000 personas.

“En algún sentido crudo que ninguna vulgaridad, ningún humor, ninguna exageración puede extinguir, los físicos han conocido el pecado, y éste es un conocimiento que no pueden perder”, dijo en 1950, y declaró en una entrevista en 1965 que durante el desarrollo del proyecto en el desierto de Nuevo México (EE. UU.) se sintió siempre bajo permanentes dilemas éticos. Este hombre al parecer vivió finalmente atormentado por su creación, había dado al mundo un arma letal que implicaba dejar a un lado cualquier valor.

En la década de los 50s, el macartismo alcanzó a Oppenheimer: todo aquel sospechoso de simpatizar con el comunismo o ser disidente del gobierno norteamericano, fue perseguido por subversivo y acusado de traición a la patria, anotado en una lista negra que el senador Joseph Raymond McCarthy promovía. Así, cualquiera que fuera acusado debía demostrar que no pertenecía o simpatizaba con el Partido Comunista, porque en algún momento de su vida había sido afín a las ideas del comunismo. Los acontecimientos que se sucedieron después del lanzamiento de las bombas fueron determinantes en el líder científico, quien decidió sólo dar conferencias y la vida académica.

El liderazgo que el científico había demostrado durante el Proyecto Manhattan no se percibió en la historia posterior, no se conoce que se haya arrepentido de la creación de la bomba atómica, pero sí de su negativa para trabajar en una bomba de nitrógeno. El horror que dejó a la humanidad en el siglo XX , tal vez lo llevó a intentar influir en contra de la carrera armamentista de la Guerra Fría.

¿Cómo despreciar un avance científico? es poco probable que el creador de una obra de tal magnitud se arrepienta; sin embargo, hay una colindancia que pervive en la frontera de la ciencia y la ética. Tanto como depreciar la invención de un cuchillo o de máquinas cortadoras de carne y hueso, que aligeran y facilitan la vida diaria de la humanidad, frente a lo denostable que es usar esas mismos objetos para herir o matar a una persona. Toda proporción guardada, es la ética que debiera privilegiase, para que se hagan realidad los derechos humanos.

En pleno siglo XXI se cierne una crisis frente a ciertas decisiones que se toman desde los gobiernos. La bomba atómica de nuestra era se compone de falta de valores que llevan a tomar decisiones erráticas para enfrentar los grandes males sociales, potenciados en pandemia: violencia, pobreza, desigualdad, esos que matan lentamente. Para pensar.


*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com