/ lunes 11 de marzo de 2024

Para ser, hay que parecer

La contienda va tomando más y más forma de cara al inicio de campañas en el estado de Puebla para conquistar la gubernatura, el gobierno de la capital, el congreso del estado y los 216 ayuntamiento que componen la geografía política de la entidad.

La intensidad y efectividad transmitida de los eventos de registro reportados este fin de semana dan clara muestra de la fuerza, consistencia, organización y profundidad de cada propuesta, y cumplieron con aquella máxima de “lo que se ve, no se juzga”.

Y si los contendientes y sus equipos no cambian, no modifican, no juzgan necesario ninguna afinación a su estrategia, lo que vimos este fin de semana será la tónica de las campañas en un estado gobernado por morena, el partido que ofrece la continuidad y la erección del segundo piso de la cuarta transformación.

Y es que a diferencia de otras elecciones en esta entidad, las campañas no solo se ganarán en la movilización de las estructuras territoriales; la percepción sobre los protagonistas en la sociedad tiene ya un muy importante peso en el ánimo de las y los poblanos llamados a votar el próximo 2 de junio.

Hoy como nunca, el lenguaje corporal, la fuerza de los discursos, el tono de las palabras, la consistencia de los mensajes, la viabilidad de las ofertas, la capacidad de reacción e improvisación, la experiencia manifiesta y sobre todo, la seguridad y convicción de que sí es posible un triunfo, están comenzando a leerse y a sentirse en el colectivo.

La frase “para ser hay que parecer” aplica desde ya, y es aquí donde los protagonistas han comenzado a exhibir (de manera intencional y no) el tamaño de sus deseos más profundos y la dimensión de sus creencias limitantes.

La inteligencia emocional de cada uno ha comenzado a permear en sus acciones. Desde el manejo de una agenda profesional, hasta la comunicación oportuna de las actividades y las ideas más importantes a destacar. Todo forma parte de una maquinaria tan exacta y exigente, que no hay tiempo para ignorar aquel engrane que no encaja, que no se mueve con la efectividad y precisión que demanda la encomienda.

Por supuesto que los actores centrales de esta contienda no pueden ir solos y por tanto, no deben ser solo ellos lo que estén concentrados en hacer que las cosas sucedan y los triunfos se garanticen. Los equipos de esa maquinaria deben estar en la misma frecuencia mental y en la misma efectividad de sus resultados.

Lo que está en juego es el poder mismo y para alcanzarlo hay que visualizarlo no como un anhelo y un deseo, sino como una meta mentalizada y conquistada desde ya.

Y esa es la percepción que se construye desde cada mensaje en redes sociales, desde cada transmisión efectiva, desde cada discurso contundente o sin fuerza, desde cada evento exitoso, desde cada entrevista, desde cada fotografía favorable publicada, desde cada gira trascendente, desde cada boletín enviado de manera oportuna o tardía.

La percepción guarda varios componentes que son determinantes para lograr transmitir el mensaje de manera exitosa. Según la psicología de Ulric Neisser lo que percibimos de los diferentes estímulos externos como lo es una campaña electoral, es todo un proceso en el que el perceptor construye un esquema mental y sensorial que le permite contrastar para aceptar o rechazar, es lo que de manera coloquial conocemos como el “conectar” o no con las masas.

Es así que la percepción es la imagen que construimos con el apoyo de información efectiva o incorrecta, con la ayuda de la memoria individual alimentada por las experiencias y por las expectativas que crea nuestro cerebro a partir de lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sentimos.

En síntesis, si los actores de esta contienda electoral desean alcanzar de manera incuestionable su meta, deben conectar su inteligencia emocional con sus mensajes y con su lenguaje corporal porque todo esta siendo observado como nunca antes por millones de personas que hoy tienen acceso a sus propias redes de comunicación personales.

Ya no solo es lo que se dice en los medios convencionales, ahora es lo que se exhibe en las múltiples plataformas públicas en las que se puede informar, analizar, desinformar y hasta manipular; por ello la relevancia de generar una imagen que no deje dudas de la congruencia, de la seriedad, de la convicción y del compromiso de los protagonistas.

A diferencia del pasado reciente, convencer a los votantes de que los malos fueron los anteriores ya no es suficiente. Hoy una de las claves es lograr transmitir con seguridad y contundencia que existe en su persona y en sus ideas, la capacidad de resolver el cúmulo de retos y riesgos a los que esta expuesta la sociedad poblana y los mexicanos en general.

La meta pues, no es solo convencer al electorado, sino conquistar a una sociedad hastiada, polarizada, escéptica y confundida, porque esa misma sociedad será la que acompañe al futuro gobernador y alcalde en un camino complejo y plagado de retos y promesas por cumplir.


La contienda va tomando más y más forma de cara al inicio de campañas en el estado de Puebla para conquistar la gubernatura, el gobierno de la capital, el congreso del estado y los 216 ayuntamiento que componen la geografía política de la entidad.

La intensidad y efectividad transmitida de los eventos de registro reportados este fin de semana dan clara muestra de la fuerza, consistencia, organización y profundidad de cada propuesta, y cumplieron con aquella máxima de “lo que se ve, no se juzga”.

Y si los contendientes y sus equipos no cambian, no modifican, no juzgan necesario ninguna afinación a su estrategia, lo que vimos este fin de semana será la tónica de las campañas en un estado gobernado por morena, el partido que ofrece la continuidad y la erección del segundo piso de la cuarta transformación.

Y es que a diferencia de otras elecciones en esta entidad, las campañas no solo se ganarán en la movilización de las estructuras territoriales; la percepción sobre los protagonistas en la sociedad tiene ya un muy importante peso en el ánimo de las y los poblanos llamados a votar el próximo 2 de junio.

Hoy como nunca, el lenguaje corporal, la fuerza de los discursos, el tono de las palabras, la consistencia de los mensajes, la viabilidad de las ofertas, la capacidad de reacción e improvisación, la experiencia manifiesta y sobre todo, la seguridad y convicción de que sí es posible un triunfo, están comenzando a leerse y a sentirse en el colectivo.

La frase “para ser hay que parecer” aplica desde ya, y es aquí donde los protagonistas han comenzado a exhibir (de manera intencional y no) el tamaño de sus deseos más profundos y la dimensión de sus creencias limitantes.

La inteligencia emocional de cada uno ha comenzado a permear en sus acciones. Desde el manejo de una agenda profesional, hasta la comunicación oportuna de las actividades y las ideas más importantes a destacar. Todo forma parte de una maquinaria tan exacta y exigente, que no hay tiempo para ignorar aquel engrane que no encaja, que no se mueve con la efectividad y precisión que demanda la encomienda.

Por supuesto que los actores centrales de esta contienda no pueden ir solos y por tanto, no deben ser solo ellos lo que estén concentrados en hacer que las cosas sucedan y los triunfos se garanticen. Los equipos de esa maquinaria deben estar en la misma frecuencia mental y en la misma efectividad de sus resultados.

Lo que está en juego es el poder mismo y para alcanzarlo hay que visualizarlo no como un anhelo y un deseo, sino como una meta mentalizada y conquistada desde ya.

Y esa es la percepción que se construye desde cada mensaje en redes sociales, desde cada transmisión efectiva, desde cada discurso contundente o sin fuerza, desde cada evento exitoso, desde cada entrevista, desde cada fotografía favorable publicada, desde cada gira trascendente, desde cada boletín enviado de manera oportuna o tardía.

La percepción guarda varios componentes que son determinantes para lograr transmitir el mensaje de manera exitosa. Según la psicología de Ulric Neisser lo que percibimos de los diferentes estímulos externos como lo es una campaña electoral, es todo un proceso en el que el perceptor construye un esquema mental y sensorial que le permite contrastar para aceptar o rechazar, es lo que de manera coloquial conocemos como el “conectar” o no con las masas.

Es así que la percepción es la imagen que construimos con el apoyo de información efectiva o incorrecta, con la ayuda de la memoria individual alimentada por las experiencias y por las expectativas que crea nuestro cerebro a partir de lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sentimos.

En síntesis, si los actores de esta contienda electoral desean alcanzar de manera incuestionable su meta, deben conectar su inteligencia emocional con sus mensajes y con su lenguaje corporal porque todo esta siendo observado como nunca antes por millones de personas que hoy tienen acceso a sus propias redes de comunicación personales.

Ya no solo es lo que se dice en los medios convencionales, ahora es lo que se exhibe en las múltiples plataformas públicas en las que se puede informar, analizar, desinformar y hasta manipular; por ello la relevancia de generar una imagen que no deje dudas de la congruencia, de la seriedad, de la convicción y del compromiso de los protagonistas.

A diferencia del pasado reciente, convencer a los votantes de que los malos fueron los anteriores ya no es suficiente. Hoy una de las claves es lograr transmitir con seguridad y contundencia que existe en su persona y en sus ideas, la capacidad de resolver el cúmulo de retos y riesgos a los que esta expuesta la sociedad poblana y los mexicanos en general.

La meta pues, no es solo convencer al electorado, sino conquistar a una sociedad hastiada, polarizada, escéptica y confundida, porque esa misma sociedad será la que acompañe al futuro gobernador y alcalde en un camino complejo y plagado de retos y promesas por cumplir.