/ domingo 10 de julio de 2022

Como emisarios del pasado, y el olvido

Terminó la vida de un hombre que pasa a la historia de México en páginas negras y suscritas de populismo y corrupción. El padre de los discursos políticos interminables, maniqueos, quien pensaba que las revoluciones crean privilegios y vicios burocráticos, pero que no hizo nada para eliminarlos, Luis Echeverría Álvarez (1922-2022) murió el 8 de julio en silencio y en olvido.


El abogado priísta que había cumplido cien años el 17 de enero, evidencia en su vida política el sello de la correlación que había en las decisiones del Partido, las elecciones y la Administración Pública; el sistema político mexicano aceitado, como lo describió Daniel Cosío Villegas [fundador del Fondo se Cultura Económica, del Colegio de México, de la Escuela Nacional de economía y El Colegio Nacional, Premio Nacional de Lingüística y Literatura], y que por ello le valió ser perseguido y desprestigiado por el presidente Echeverría. Igual que sucedió contra Julio Scherer García a quien orquestó se expulsara como Director de El Excélsior, porque representaban de una opinión crítica.


Un gobierno de ocurrencias, de mandatos autoritarios y sin sustento en la década de los 70, enarboló una cruzada para reorientar la economía mexicana hacia la “izquierda” para salvar a los más pobres, aunque en realidad resultó ser un gobierno populista. Sin embargo, Echeverría se pensaba como gobierno de innovación y transformación.


El turismo mexicano se impulsó a partir de ciudades planeadas con ese objetivo como Cancún, sí, pero construido sólo por el deseo del presidente que no fue suficiente para detener el declive galopante de la inflación que se desató en los últimos meses del gobierno de Echeverría. Creó también el Instituto Mexicano de Comercio Exterior y estableció relaciones comerciales con Japón, China, Francia, países en América Latina y la Unión Soviética, pero los resultados no pudieron concretarse.


El lenguaje populista que se gestó como moda para la clase política que se aderezó con acciones como la liberación de 380 presos políticos, entre ellos Herberto Castillo. En este marasmo, las frases que gestó en 6 años fueron comentadas por la opinión pública porque reflejaban hipérboles y obviedades políticas que rayaban en lo insulso: los emisarios del pasado para referirse a quienes estaban “en contra del progresismo y no se resignaban a la transformación y modernización de la Revolución”. “Ni nos perjudica ni nos beneficia, sino todo lo contrario” al referirse a la relación de México con Estados unidos. “Arriba y adelante” como frase de campaña y parte de su sexenio, “No fue para tanto” cuando dijo a CNI en 1998 que se había exagerado en el número de muertos en la matanza del 68. “Hemos preservado la paz social”, tres años después del llamado Halconazo de 1971.


La Reforma económica que el gobierno echeverrista emprendió trajo consigo devaluación, después de 25 años de moneda estable de 12.50 por dólar llegó a ser del doble. La devaluación fue del 94%; sólo el inicio de los siguientes sexenios de López Portillo (3,665%) porque en realidad ejerció el placer, no del poder. Después, en ese impulso, la inestabilidad económica continuó con Miguel de la Madrid (2,098%), Salinas (50%), Ernesto Zedillo 133%), Vicente Foz (15%), Felipe Caderón (21%), Peña Nieto (65.15%).

El llamado Desarrollo Estabilizador que empezó con el gobierno de Adolfo López Mateos (1940), terminó en 1970 con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, y el hombre que no volvió a hablar con Gustavo Díaz Ordaz, el gobierno populista de Luis Echeverría, hizo posible el saqueo de los ahorros públicos, la corrupción, polarización de los mexicanos que llevó a la guerra sucia contra grupos guerrilleros -presa fácil del narcotráfico-, impunidad ante el asesinato del empresario Garza Sada del Grupo Monterrey, pérdida de tiempo y de oportunidades. Y el olvido.








*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías (2022-2024) Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Terminó la vida de un hombre que pasa a la historia de México en páginas negras y suscritas de populismo y corrupción. El padre de los discursos políticos interminables, maniqueos, quien pensaba que las revoluciones crean privilegios y vicios burocráticos, pero que no hizo nada para eliminarlos, Luis Echeverría Álvarez (1922-2022) murió el 8 de julio en silencio y en olvido.


El abogado priísta que había cumplido cien años el 17 de enero, evidencia en su vida política el sello de la correlación que había en las decisiones del Partido, las elecciones y la Administración Pública; el sistema político mexicano aceitado, como lo describió Daniel Cosío Villegas [fundador del Fondo se Cultura Económica, del Colegio de México, de la Escuela Nacional de economía y El Colegio Nacional, Premio Nacional de Lingüística y Literatura], y que por ello le valió ser perseguido y desprestigiado por el presidente Echeverría. Igual que sucedió contra Julio Scherer García a quien orquestó se expulsara como Director de El Excélsior, porque representaban de una opinión crítica.


Un gobierno de ocurrencias, de mandatos autoritarios y sin sustento en la década de los 70, enarboló una cruzada para reorientar la economía mexicana hacia la “izquierda” para salvar a los más pobres, aunque en realidad resultó ser un gobierno populista. Sin embargo, Echeverría se pensaba como gobierno de innovación y transformación.


El turismo mexicano se impulsó a partir de ciudades planeadas con ese objetivo como Cancún, sí, pero construido sólo por el deseo del presidente que no fue suficiente para detener el declive galopante de la inflación que se desató en los últimos meses del gobierno de Echeverría. Creó también el Instituto Mexicano de Comercio Exterior y estableció relaciones comerciales con Japón, China, Francia, países en América Latina y la Unión Soviética, pero los resultados no pudieron concretarse.


El lenguaje populista que se gestó como moda para la clase política que se aderezó con acciones como la liberación de 380 presos políticos, entre ellos Herberto Castillo. En este marasmo, las frases que gestó en 6 años fueron comentadas por la opinión pública porque reflejaban hipérboles y obviedades políticas que rayaban en lo insulso: los emisarios del pasado para referirse a quienes estaban “en contra del progresismo y no se resignaban a la transformación y modernización de la Revolución”. “Ni nos perjudica ni nos beneficia, sino todo lo contrario” al referirse a la relación de México con Estados unidos. “Arriba y adelante” como frase de campaña y parte de su sexenio, “No fue para tanto” cuando dijo a CNI en 1998 que se había exagerado en el número de muertos en la matanza del 68. “Hemos preservado la paz social”, tres años después del llamado Halconazo de 1971.


La Reforma económica que el gobierno echeverrista emprendió trajo consigo devaluación, después de 25 años de moneda estable de 12.50 por dólar llegó a ser del doble. La devaluación fue del 94%; sólo el inicio de los siguientes sexenios de López Portillo (3,665%) porque en realidad ejerció el placer, no del poder. Después, en ese impulso, la inestabilidad económica continuó con Miguel de la Madrid (2,098%), Salinas (50%), Ernesto Zedillo 133%), Vicente Foz (15%), Felipe Caderón (21%), Peña Nieto (65.15%).

El llamado Desarrollo Estabilizador que empezó con el gobierno de Adolfo López Mateos (1940), terminó en 1970 con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, y el hombre que no volvió a hablar con Gustavo Díaz Ordaz, el gobierno populista de Luis Echeverría, hizo posible el saqueo de los ahorros públicos, la corrupción, polarización de los mexicanos que llevó a la guerra sucia contra grupos guerrilleros -presa fácil del narcotráfico-, impunidad ante el asesinato del empresario Garza Sada del Grupo Monterrey, pérdida de tiempo y de oportunidades. Y el olvido.








*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías (2022-2024) Mail: margarita_arguelles@hotmail.com