/ domingo 29 de marzo de 2020

De las pruebas, los datos y el sistema capitalista

Solo en México ¿Cuántas personas realmente están contagiadas del covid-19? ¿Cuántas pruebas se han aplicado? ¿En dónde? ¿Cuántos negocios resistirán dos o tres semanas por el #quedatenencasa? ¿Cuántos trabajadores independientes resistirán? Los incipientes datos alarman, porque en realidad no hay muchos y menos que sean confiables. Nos quedamos cortos.

La realidad rebasa cualquier expectativa, porque las economías más fuertes se están replegando a sus países, cerrando fronteras y quedándose en casa. Esta decisión impacta en todas las economías emergentes del mundo, incluido nuestro país: se reduce el valor de las monedas y obliga a pagar más por los bienes importados. Si bien lo que haya en las casas más vulnerables económicamente será para alimentos, cada vez se tendrá que racionar más, hasta que se termine.

Si los mercados emergentes representan el 60% del poder adquisitivo la economía mundial, según el Fondo Monetario Internacional, todos salimos afectados. Por ejemplo, actividades económicas que dependen del turismo están en pausa, una pausa mortal. Nos habíamos acostumbrado a la globalización que permitió reducir fronteras y relajó el cuidado sanitario. Ahora, como afirmó Per Hammarlund, estratega principal para mercados emergentes del Grupo SEB (un banco de inversiones globales con sede en Estocolmo) “será igual de malo, o quizá incluso peor, que la crisis financiera global para los mercados emergentes…El panorama es sombrío”.

J.P Morgan calcula para 2020 que si nuestro Producto Interno Bruto (PIB) baja al 7%, la tasa de desocupación será de un millón 750 mil empleos, en el peor escenario; daría una herida mortal al ya de por sí frágil crecimiento económico que arrastramos desde 2019 que finalmente quedó en 0.0 los primeros 9 meses de 2019. Y que en lugar de creación de empleos haya desempleos, bueno.

Las inequidades y excesos que promovió el capitalismo en el siglo XXI están por cambiar, no van a extinguirse por completo, imposible. Las necesidades humanas no se pueden extinguir ni terminar de satisfacer, pero sí habrá que reordenarlas.

El capitalismo, como lo conocemos desde que llegó para quedarse en el siglo XX, ha privilegiado a la democracia como una forma de gobierno por excelencia, irremediablemente cambiará algunas prácticas. En este panorama, a diferencia de algunos que piensan que ya llegó a su fin, es decir solo mutará. La historia será el mejor testigo.

Esto entonces tiene que ver con la ética social. La solidaridad o la tolerancia son los valores que las democracias van a requerir para seguir funcionando. Además, tal vez en esta fase de encierro forzado se esté cocinando un nuevo orden mundial, como el que se instauró después de la II Guerra Mundial, a partir de las economías más desarrolladas. Así, la gobernabilidad también se forzará a reescribir algunos párrafos, tanto la participación de la sociedad organizada para identificar problemas públicos que sean atendidos por los gobiernos, y la sensibilidad pública para dar solución pronta y expedita a todos ellos.

Ahora mismo que el Servicio de Administración Tributaria en México no dará tregua ni plazos extendidos para que las personas morales o físicas cumplan con sus declaraciones anuales, porque es necesario recaudar recursos para dar atención vital a la población, dada la pandemia. Es donde se pone a prueba la nueva solidaridad. Pero, cuando lleguen los recursos a su destino, se puedan dirigir precisamente a la atención de esas necesidades. ¿Habrá alguna política pública que redireccione hacia un capitalismo para que tenga rostro humano? No hay datos.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles

Solo en México ¿Cuántas personas realmente están contagiadas del covid-19? ¿Cuántas pruebas se han aplicado? ¿En dónde? ¿Cuántos negocios resistirán dos o tres semanas por el #quedatenencasa? ¿Cuántos trabajadores independientes resistirán? Los incipientes datos alarman, porque en realidad no hay muchos y menos que sean confiables. Nos quedamos cortos.

La realidad rebasa cualquier expectativa, porque las economías más fuertes se están replegando a sus países, cerrando fronteras y quedándose en casa. Esta decisión impacta en todas las economías emergentes del mundo, incluido nuestro país: se reduce el valor de las monedas y obliga a pagar más por los bienes importados. Si bien lo que haya en las casas más vulnerables económicamente será para alimentos, cada vez se tendrá que racionar más, hasta que se termine.

Si los mercados emergentes representan el 60% del poder adquisitivo la economía mundial, según el Fondo Monetario Internacional, todos salimos afectados. Por ejemplo, actividades económicas que dependen del turismo están en pausa, una pausa mortal. Nos habíamos acostumbrado a la globalización que permitió reducir fronteras y relajó el cuidado sanitario. Ahora, como afirmó Per Hammarlund, estratega principal para mercados emergentes del Grupo SEB (un banco de inversiones globales con sede en Estocolmo) “será igual de malo, o quizá incluso peor, que la crisis financiera global para los mercados emergentes…El panorama es sombrío”.

J.P Morgan calcula para 2020 que si nuestro Producto Interno Bruto (PIB) baja al 7%, la tasa de desocupación será de un millón 750 mil empleos, en el peor escenario; daría una herida mortal al ya de por sí frágil crecimiento económico que arrastramos desde 2019 que finalmente quedó en 0.0 los primeros 9 meses de 2019. Y que en lugar de creación de empleos haya desempleos, bueno.

Las inequidades y excesos que promovió el capitalismo en el siglo XXI están por cambiar, no van a extinguirse por completo, imposible. Las necesidades humanas no se pueden extinguir ni terminar de satisfacer, pero sí habrá que reordenarlas.

El capitalismo, como lo conocemos desde que llegó para quedarse en el siglo XX, ha privilegiado a la democracia como una forma de gobierno por excelencia, irremediablemente cambiará algunas prácticas. En este panorama, a diferencia de algunos que piensan que ya llegó a su fin, es decir solo mutará. La historia será el mejor testigo.

Esto entonces tiene que ver con la ética social. La solidaridad o la tolerancia son los valores que las democracias van a requerir para seguir funcionando. Además, tal vez en esta fase de encierro forzado se esté cocinando un nuevo orden mundial, como el que se instauró después de la II Guerra Mundial, a partir de las economías más desarrolladas. Así, la gobernabilidad también se forzará a reescribir algunos párrafos, tanto la participación de la sociedad organizada para identificar problemas públicos que sean atendidos por los gobiernos, y la sensibilidad pública para dar solución pronta y expedita a todos ellos.

Ahora mismo que el Servicio de Administración Tributaria en México no dará tregua ni plazos extendidos para que las personas morales o físicas cumplan con sus declaraciones anuales, porque es necesario recaudar recursos para dar atención vital a la población, dada la pandemia. Es donde se pone a prueba la nueva solidaridad. Pero, cuando lleguen los recursos a su destino, se puedan dirigir precisamente a la atención de esas necesidades. ¿Habrá alguna política pública que redireccione hacia un capitalismo para que tenga rostro humano? No hay datos.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles