Al hablar de un tema referente a la trasformación, se debe considerar que su principal propósito para las organizaciones civiles, políticas, sociales, empresariales y organizacional debe orientarse al logro de un bienestar colectivo, más no individualista. En política, los Estados consideran que son producto de revoluciones sociales, económicas y culturales y; académicos o especialistas señalan que deben lograrse por medio de la revolución de las conciencias.
En mis lecturas del pasado fin de semana llamo mi atención el artículo del Maestro e investigador Ricardo Alexander Márquez, quien señala que: “Las llamadas “trasformaciones” en México constituyen fuertes golpes de timón, marcan hitos que determinan el camino que ha seguido nuestro país”.
Señala que “primero fue la Independencia para liberarnos de los 300 años de dominio español. Después la Reforma, esa guerra entre liberales y conservadores entre 1858 y 1861. La tercera transformación fue la Revolución, que empezó en 1910 y terminó con la Constitución que rige actualmente en México”.
Establece que, “el presidente López Obrador no se equivoca al decir que la Cuarta Trasformación de la vida nacional ya ocurrió, sin embargo, se dio mucho antes de lo que piensa. Y es que el verdadero cambio político-social posrevolucionario que ha determinado la vida del México actual se dio en la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari, de 1988 a 1994. El gobierno salinista fue muy controvertido y lleno de claroscuros —como las tres transformaciones que le antecedieron— es innegable que fue el comienzo de un nuevo país”.
Si embargo a mi parecer, esta 4ta transformación de la vida nacional se empezó a gestar, cuando arriba al poder el presidente José López Portillo, quien siendo candidato único, por medio de la ley de organizaciones políticas y procesos electorales, le da representación a todos los partidos políticos para que las minorías estuviesen representados en las cámaras, ello marco el inicio de una vida democrática que, a lo largo de los años se ha ido perfeccionando y que lamentablemente hoy se pretende destruir.
Así, la fortaleza de la economía mexicana inicia con “la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992, siendo el acuerdo comercial internacional más grande del mundo, que impacta a un mercado de más de 482 millones de personas (7% de la población mundial), genera 28% del PIB mundial, realiza 16% del comercio global y produce 55% del PIB mexicano. Gracias a ese tratado nuestro país es el principal socio comercial de la economía más grande del mundo”.
Durante el mismo gobierno del presidente Carlos Salinas, se crea “el Instituto Federal Electoral como un organismo constitucional autónomo, lo que nos facultó para transitar hacia la democracia y nos garantizó elecciones libres e imparciales, como las que permitieron que López Obrador llegara al poder en 2018”.
En 1988 se implemento el Programa Nacional de Solidaridad, programa base de los actuales programas sociales. En el mismo mandato, se logró la reconciliación Iglesia-Estado, estableciéndose relaciones diplomáticas con la Santa Sede.
Así también entro en vigor en 1994 la reforma al artículo 28 constitucional, el cual otorgó autonomía al Banco de México, bajo el mandato de “mantener el poder adquisitivo de la moneda nacional, lo cual ha garantizado la estabilidad del peso que tanto presume el gobierno actual”.
En síntesis, los cambios o transformaciones solo prosperan si convienen todos en que todos los métodos inexcusables son la ley y la política, la ley y el diálogo; si todos convinieran en que no es admisible la perversión de la ley como supuesta expresión de la tolerancia, ni el abandono de la concertación política como supuesta expresión del principio de autoridad.
A mayor claridad, el avance democrático debe depender de la política (concertación) y, de la causalidad, más no de la casualidad. O solo de un poder exacerbado y autoritario. Ante ello juzgue Ud. estimado lector cuando se inició la verdadera 4ta trasformación de la vida nacional de México.
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