/ lunes 21 de septiembre de 2020

El presupuesto 2021 no propone ningún plan de reactivación económica

El presupuesto de gasto para el 2021 que presentó el gobierno federal a la Cámara de Diputados es tan solo 188 mil millones de pesos mayor al de 2020. Por su exigüedad e insuficiencia nos anuncia que el Ejecutivo continuará haciéndole frente a la crisis sanitaria; dará seguimiento a sus políticas de redistribución de la riqueza con los apoyos económicos que otorga a las redes sociales más vulnerables, a las que siempre marginaron las fuerzas del mercado. No presenta, en cambio, ningún plan de rescate de empresas, ningún proyecto de inversiones para la reactivación económica y el empleo.

Pese a que es un proyecto de gasto austero, propio de tiempos normales, no para hacer frente a la más profunda recesión económica de los últimos cien años, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, se muestra muy optimista, al plantear que la economía tendrá una caída de 8 por ciento.

Los pronósticos de los organismos internacionales y del sector financiero mexicano vaticinan una contracción de 10 a 14% del PIB. Herrera Gutiérrez juega alegremente a las contradicciones, confía en que la caída de la economía no será muy fuerte, pero el rebote será estruendoso en 2021, de 4.6% de crecimiento. En contraste, no presentó ningún plan, proyecto, estrategia para alcanzar tales objetivos meramente distractivos.

Sin proclamarlo, sin decretarlo, el Estado mexicano está pintando su raya histórica frente al neoliberalismo económico que hace 36 años triunfó sobre el Estado, privatizó sus empresas, le quitó el papel principal de conductor de la economía, del crecimiento y el empleo. Responsabilidades que quedaron en manos de los mercados de capitales, financieros y comerciales que en el modelo neoliberal se apropiaron de la economía y de la riqueza nacional. A ellos compete diseñar, provocar la reconstrucción y reactivación económica.

Sin embargo, son las fuerzas libres del mercado, las que condenaron al Estado mexicano a vivir exclusivamente de las recaudaciones tributarias bajas y exiguas, las que ahora le aconsejan, piden, exigen adquirir deuda (que deberá pagar el pueblo) para el salvamento de sus empresas.

Pero el Estado reivindicativo, que dirige Andrés Manuel López Obrador, se niega, no hace caso, desoye, rechaza la idea de acrecentar la deuda del pueblo que ya asciende a 12 billones de pesos. Se niega a rescatar a quienes han acaparado la riqueza nacional, realizado una injusta redistribución de la riqueza, condenado a las grandes mayorías a la pobreza.

Entre el estruendo y caos de la tragedia por la crisis sanitaria y la profunda recesión económica, López Obrador ha decidido rescribir las formulas del neoliberalismo, como recomienda Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, en un ensayo enviado al Fondo Monetario Internacional y difundido la semana pasada por este organismo: “el cambio de reglas es necesario, dado que en el reinado del neoliberalismo no se puso atención a cómo la liberación del mercado de capitales y financieros contribuyeron a una mayor volatilidad, desigualdad e incremento de la pobreza”.

“La necesidad de rescribir la economía se debe a que los preceptos hasta ahora vigentes han fondeado la desigualdad de ingresos en el mundo. Sumado a ello, la pandemia amenaza con ampliar esta desigualdad con la sola automatización de la producción”, advierte Stiglitz.

El tabasqueño ha venido rescribiendo el neoliberalismo desde hace dos años, y en plena crisis sanitaria y económica, ha reafirmado: “el compromiso de mi gobierno es rescatar a los pobres, a los que en todas las crisis económicas han sido olvidados”.

Un rompimiento de fondo y forma con el neoliberalismo capitalista. Sin proclamarlo, sin decretarlo, López Obrador realiza un cambio histórico, rescribe las reglas que dictaron los mercados hace 36 años, en tiempos de Carlos Salinas de Gortarí.

Por eso, quizás, no encontramos en su propuesta de gasto de 2021, ningún plan ni proyecto para la reactivación y el crecimiento. Cualquier iniciativa en ese sentido significaría mayor endeudamiento para el gobierno. El subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, recién reiteró ésta nueva política: “la receta de México para salir de la crisis es evitar la aplicación de medidas de estímulo que lleven a un incremento sustancial de la deuda pública”.

Y cuando todos los círculos financieros del país y organismos internacionales lo aconsejan y acucian a emprender una reforma fiscal urgente que acreciente sus recursos tributarios para realizar el salvamento fiscal de las empresas, López Obrador no muestra prisa, no oye el canto de las sirenas, no son tiempos acordes con su proyecto y tiempos políticos.

En 2021 se renovarán 12 gubernaturas, miles de ayuntamientos, y primordialmente la Cámara de Diputados, cuya representación mayoritaria deberá refrendar para que sigan pasando sus iniciativas de cambio pendientes. Política e ideológicamente sabe que la reactivación de la economía compete a las fuerzas libres del mercado. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas, en ABC Radio 1280 de AM.

El presupuesto de gasto para el 2021 que presentó el gobierno federal a la Cámara de Diputados es tan solo 188 mil millones de pesos mayor al de 2020. Por su exigüedad e insuficiencia nos anuncia que el Ejecutivo continuará haciéndole frente a la crisis sanitaria; dará seguimiento a sus políticas de redistribución de la riqueza con los apoyos económicos que otorga a las redes sociales más vulnerables, a las que siempre marginaron las fuerzas del mercado. No presenta, en cambio, ningún plan de rescate de empresas, ningún proyecto de inversiones para la reactivación económica y el empleo.

Pese a que es un proyecto de gasto austero, propio de tiempos normales, no para hacer frente a la más profunda recesión económica de los últimos cien años, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, se muestra muy optimista, al plantear que la economía tendrá una caída de 8 por ciento.

Los pronósticos de los organismos internacionales y del sector financiero mexicano vaticinan una contracción de 10 a 14% del PIB. Herrera Gutiérrez juega alegremente a las contradicciones, confía en que la caída de la economía no será muy fuerte, pero el rebote será estruendoso en 2021, de 4.6% de crecimiento. En contraste, no presentó ningún plan, proyecto, estrategia para alcanzar tales objetivos meramente distractivos.

Sin proclamarlo, sin decretarlo, el Estado mexicano está pintando su raya histórica frente al neoliberalismo económico que hace 36 años triunfó sobre el Estado, privatizó sus empresas, le quitó el papel principal de conductor de la economía, del crecimiento y el empleo. Responsabilidades que quedaron en manos de los mercados de capitales, financieros y comerciales que en el modelo neoliberal se apropiaron de la economía y de la riqueza nacional. A ellos compete diseñar, provocar la reconstrucción y reactivación económica.

Sin embargo, son las fuerzas libres del mercado, las que condenaron al Estado mexicano a vivir exclusivamente de las recaudaciones tributarias bajas y exiguas, las que ahora le aconsejan, piden, exigen adquirir deuda (que deberá pagar el pueblo) para el salvamento de sus empresas.

Pero el Estado reivindicativo, que dirige Andrés Manuel López Obrador, se niega, no hace caso, desoye, rechaza la idea de acrecentar la deuda del pueblo que ya asciende a 12 billones de pesos. Se niega a rescatar a quienes han acaparado la riqueza nacional, realizado una injusta redistribución de la riqueza, condenado a las grandes mayorías a la pobreza.

Entre el estruendo y caos de la tragedia por la crisis sanitaria y la profunda recesión económica, López Obrador ha decidido rescribir las formulas del neoliberalismo, como recomienda Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, en un ensayo enviado al Fondo Monetario Internacional y difundido la semana pasada por este organismo: “el cambio de reglas es necesario, dado que en el reinado del neoliberalismo no se puso atención a cómo la liberación del mercado de capitales y financieros contribuyeron a una mayor volatilidad, desigualdad e incremento de la pobreza”.

“La necesidad de rescribir la economía se debe a que los preceptos hasta ahora vigentes han fondeado la desigualdad de ingresos en el mundo. Sumado a ello, la pandemia amenaza con ampliar esta desigualdad con la sola automatización de la producción”, advierte Stiglitz.

El tabasqueño ha venido rescribiendo el neoliberalismo desde hace dos años, y en plena crisis sanitaria y económica, ha reafirmado: “el compromiso de mi gobierno es rescatar a los pobres, a los que en todas las crisis económicas han sido olvidados”.

Un rompimiento de fondo y forma con el neoliberalismo capitalista. Sin proclamarlo, sin decretarlo, López Obrador realiza un cambio histórico, rescribe las reglas que dictaron los mercados hace 36 años, en tiempos de Carlos Salinas de Gortarí.

Por eso, quizás, no encontramos en su propuesta de gasto de 2021, ningún plan ni proyecto para la reactivación y el crecimiento. Cualquier iniciativa en ese sentido significaría mayor endeudamiento para el gobierno. El subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, recién reiteró ésta nueva política: “la receta de México para salir de la crisis es evitar la aplicación de medidas de estímulo que lleven a un incremento sustancial de la deuda pública”.

Y cuando todos los círculos financieros del país y organismos internacionales lo aconsejan y acucian a emprender una reforma fiscal urgente que acreciente sus recursos tributarios para realizar el salvamento fiscal de las empresas, López Obrador no muestra prisa, no oye el canto de las sirenas, no son tiempos acordes con su proyecto y tiempos políticos.

En 2021 se renovarán 12 gubernaturas, miles de ayuntamientos, y primordialmente la Cámara de Diputados, cuya representación mayoritaria deberá refrendar para que sigan pasando sus iniciativas de cambio pendientes. Política e ideológicamente sabe que la reactivación de la economía compete a las fuerzas libres del mercado. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas, en ABC Radio 1280 de AM.