/ miércoles 19 de mayo de 2021

La revolución sindical fue evitada por la crisis sanitaria y económica

La revolución sindical y laboral anunciada, que debió estallar en 2020-2021, estaba llamada a provocar un masivo levantamiento social que pondría término a la entrega y sumisión de los trabajadores a sus eternizados, corruptos líderes charros. Un movimiento desafortunadamente impedido y aplazado por la crisis sanitaria del covid 19, la catástrofe económica y el desastre en el desempleo.

Este movimiento estaba llamado a poner fin a 40 años de neoliberalismo económico en que los sindicatos estuvieron arrinconados y los derechos de los trabajadores todavía se venden y compran, al más bajo precio, en el mercado, en complicidad histórica entre dirigentes sindicales y empresarios.

El triunfal neoliberalismo arrumbó a los obreros mexicanos en el umbral de los más mal pagados del mundo. Y la crisis económica los está sacrificando, al grado que es preferible tener un empleo que un salario decente y suficiente para comer.

Como afirma el presidente de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo, en el Estado, licenciado Jorge Jiménez Alonso, la Reforma Laboral del presidente Andrés Manuel López Obrador iba a ser el detonador de una oleada masiva, un levantamiento nacional del movimiento obrero, al crear las condiciones jurídicas para provocar el rescate democrático (por los trabajadores) de miles de sindicatos que desde 20, 30 o más años están controlados por dirigentes charros vitalicios.

La reforma laboral mandata la democratización de los sindicatos. Impele a los trabajadores a realizar asambleas para que mediante la votación democrática sustituyan y renueven cada dos o tres años a sus dirigentes.

Los líderes corruptos se han adelantado a simular, como lo han hecho siempre, la realización de asambleas antidemocráticas o inexistentes para reelegirse por enésima ocasión. Controlan, tienen amenazados a los obreros. Y la Secretaría del Trabajo no ha hecho nada. No ha querido destacar supervisores que vigilen, constaten la realización democrática de las asambleas.

El gobierno de López Obrador impulsó hizo la reforma, no se ha entrometido en los asuntos sindicales, no ha realizado campañas publicitarias a exhortar a la dormida clase obrera. No la ha instruido a discutir, analizar y aprobar, en votación democrática mayoritaria, el rescate de los contratos colectivos que contienen los derechos de los trabajadores de cada empresa, de los que se han apoderado los empresarios.

La Secretaría del Trabajo únicamente les envió un exhorto en unas hojas, como cita Jiménez Alonso. Hojas que los líderes debieron echar a la basura, para que el tiempo siga corriendo a su favor.

Esto continuará hasta que los poderosos sindicatos de Estados Unidos continúen presionando a través de los inspectores de su embajada en México para que los mandamientos de la Reforma Laboral y del T-Mec den paso a la democratización sindical; los sindicatos velen, luchen por la elevación de los salarios de los obreros mexicanos.

Los negociadores canadienses y norteamericanos del T-MEC dejaron pasar la desventaja competitiva que en materia salarial tienen Estado Unidos y Canadá con respecto a México, aunque en el sector automotriz le impusieron salarios de 16 dólares por hora en algunas áreas especializadas, pero la elevación de salarios en México es asunto pendiente en la discusión trinacional.

El gobierno de López Obrador es autor de la avanzada y progresista reforma laboral, sin embargo, es al que menos conviene provocar un movimiento laboral nacional que trascienda hacia América del Norte. Los trágicos tiempos de la pandemia, el drama de la crisis económica más profunda de los últimos cien años, la quiebra de millones de empresas y millones de desempleados en la extrema pobreza, no lo impelen a intentar proezas laborales; si, en cambio, a la democratización sindical inaplazable.

Tampoco puede inmiscuirse en asuntos laborales que le acarrearían enfrentamientos políticos con la poderoso clase empresarial que, durante cuatro décadas de neoliberalismo, acorraló, tuvo contra la pared, se aprovechó de la subdesarrollada cultura sindical y laboral de los trabajadores, apoyada, como ahora se sabe, por los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.

La revolución sindical y laboral anunciada, que debió estallar en 2020-2021, estaba llamada a provocar un masivo levantamiento social que pondría término a la entrega y sumisión de los trabajadores a sus eternizados, corruptos líderes charros. Un movimiento desafortunadamente impedido y aplazado por la crisis sanitaria del covid 19, la catástrofe económica y el desastre en el desempleo.

Este movimiento estaba llamado a poner fin a 40 años de neoliberalismo económico en que los sindicatos estuvieron arrinconados y los derechos de los trabajadores todavía se venden y compran, al más bajo precio, en el mercado, en complicidad histórica entre dirigentes sindicales y empresarios.

El triunfal neoliberalismo arrumbó a los obreros mexicanos en el umbral de los más mal pagados del mundo. Y la crisis económica los está sacrificando, al grado que es preferible tener un empleo que un salario decente y suficiente para comer.

Como afirma el presidente de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo, en el Estado, licenciado Jorge Jiménez Alonso, la Reforma Laboral del presidente Andrés Manuel López Obrador iba a ser el detonador de una oleada masiva, un levantamiento nacional del movimiento obrero, al crear las condiciones jurídicas para provocar el rescate democrático (por los trabajadores) de miles de sindicatos que desde 20, 30 o más años están controlados por dirigentes charros vitalicios.

La reforma laboral mandata la democratización de los sindicatos. Impele a los trabajadores a realizar asambleas para que mediante la votación democrática sustituyan y renueven cada dos o tres años a sus dirigentes.

Los líderes corruptos se han adelantado a simular, como lo han hecho siempre, la realización de asambleas antidemocráticas o inexistentes para reelegirse por enésima ocasión. Controlan, tienen amenazados a los obreros. Y la Secretaría del Trabajo no ha hecho nada. No ha querido destacar supervisores que vigilen, constaten la realización democrática de las asambleas.

El gobierno de López Obrador impulsó hizo la reforma, no se ha entrometido en los asuntos sindicales, no ha realizado campañas publicitarias a exhortar a la dormida clase obrera. No la ha instruido a discutir, analizar y aprobar, en votación democrática mayoritaria, el rescate de los contratos colectivos que contienen los derechos de los trabajadores de cada empresa, de los que se han apoderado los empresarios.

La Secretaría del Trabajo únicamente les envió un exhorto en unas hojas, como cita Jiménez Alonso. Hojas que los líderes debieron echar a la basura, para que el tiempo siga corriendo a su favor.

Esto continuará hasta que los poderosos sindicatos de Estados Unidos continúen presionando a través de los inspectores de su embajada en México para que los mandamientos de la Reforma Laboral y del T-Mec den paso a la democratización sindical; los sindicatos velen, luchen por la elevación de los salarios de los obreros mexicanos.

Los negociadores canadienses y norteamericanos del T-MEC dejaron pasar la desventaja competitiva que en materia salarial tienen Estado Unidos y Canadá con respecto a México, aunque en el sector automotriz le impusieron salarios de 16 dólares por hora en algunas áreas especializadas, pero la elevación de salarios en México es asunto pendiente en la discusión trinacional.

El gobierno de López Obrador es autor de la avanzada y progresista reforma laboral, sin embargo, es al que menos conviene provocar un movimiento laboral nacional que trascienda hacia América del Norte. Los trágicos tiempos de la pandemia, el drama de la crisis económica más profunda de los últimos cien años, la quiebra de millones de empresas y millones de desempleados en la extrema pobreza, no lo impelen a intentar proezas laborales; si, en cambio, a la democratización sindical inaplazable.

Tampoco puede inmiscuirse en asuntos laborales que le acarrearían enfrentamientos políticos con la poderoso clase empresarial que, durante cuatro décadas de neoliberalismo, acorraló, tuvo contra la pared, se aprovechó de la subdesarrollada cultura sindical y laboral de los trabajadores, apoyada, como ahora se sabe, por los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.