/ sábado 17 de marzo de 2018

Evitar que se “suelte el tigre” depende de todos


Aunque no hay una guerra declarada como tal, las manifestaciones de violencia llegan a ser intolerables en muchas partes del país. Las luchas sociales nunca han traído un beneficio substancial a la población, especialmente la Revolución, por lo que resulta absolutamente prioritario mantener una paz social que nunca debe volver a perder nuestro México.

Hace unos días, López Obrador señaló que si hay un fraude electoral, él no va a detener al “tigre”, afirmación que ha sido muy criticada, pero que debe analizarse con todo cuidado para evitar el caos.

Esa frase fue dicha por Porfirio Díaz, en relación a la revuelta iniciada en 1910 y que costó un millón de muertos y la destrucción la infraestructura productiva. El movimiento fue incitado en gran medida por Estados Unidos, quien apoyó a Madero en su lucha. El llamado “apóstol de la democracia” conservó las estructuras porfiristas y dio inicio a una revuelta que resultó ser una tragedia: los oligarcas solo cambiaron de nombre y los marginados conservaron su miserable estado.

Recuerdo cuando mi abuela nos contaba el terror que vivió su madre durante ese periodo, lapso en el que muchas mujeres que fueron violadas y sometidas a una cuasi esclavitud, así como tantos miles de hombres que fueron sacados de sus hogares para ser reclutados a combatir por alguien que cambiaba de bando cotidianamente, así como sucede con nuestros políticos de hoy, sin armas afortunadamente.

Cuando se anunció la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, muchos de sus seguidores clamaban por ir a tomar el Palacio Nacional, una acción que quizá hubiera desatado una lamentabilísima reacción en cadena, afortunadamente la mesura del michoacano evitó un conflicto mayor, aun cuando fue víctima de la “caída del sistema”.

En 2006, la cerradísima votación y la presunción de un fraude dieron lugar a reacciones diversas. Aunque la toma de Reforma fue un caos en cuanto a movilidad, eso es algo minúsculo en comparación a lo que pudo significar una revuelta nacional.

Estos dos escenarios mostraron a un “tigre” muy furioso, pero que no se soltó.

Pienso ahora en el periodo del llamado “milagro mexicano”, en donde no había democracia, pero a pocos les importaba porque había buenas condiciones económicas, lo cual permitía a una pareja construir un buen patrimonio partiendo de cero. Ahora tenemos el voto más caro del mundo, con órganos electorales totalmente parciales, candidatos que se cambian la camiseta a conveniencia y una ingobernabilidad en diversos sitios: así sirven de poco los comicios.

En la idiosincrasia mexicana está patente la envidia y los complejos, elementos fomentados por la propaganda electoral, los medios de comunicación y hasta las telenovelas, por lo que es muy lucrativo, electoral y hasta comercialmente hacer alusión a las diferencias sociales y a un supuesto pago de deudas históricas.

Debería ser indignante ver algunas acciones de gobierno, pero el problema es que son solapadas por la mayoría de la gente. Hay que ser realistas y no estar pensando que una persona o partido nos convertirá en una nación desarrollada y libre de corrupción. El que promete mucho, decepciona mucho; pero el que no promete no convence a la masa ignorante que vota, desgraciadamente. Así que creo que debemos empezar eliminando sueños irrealizables y cuidar lo más valioso que tenemos como ciudadanos: la paz social.

Hacer que no se “suelte el tigre” es responsabilidad de todos, en mayor o menor medida; depende de que los políticos dejen de actuar con la corrupción acostumbrada y bajo un interés exclusivamente personal; si queremos políticos de calidad se necesitan ciudadanos activos y responsables, lo cual suena muy sencillo, pero es sumamente difícil en un país que históricamente ha tenido una población mayormente apática.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.


Aunque no hay una guerra declarada como tal, las manifestaciones de violencia llegan a ser intolerables en muchas partes del país. Las luchas sociales nunca han traído un beneficio substancial a la población, especialmente la Revolución, por lo que resulta absolutamente prioritario mantener una paz social que nunca debe volver a perder nuestro México.

Hace unos días, López Obrador señaló que si hay un fraude electoral, él no va a detener al “tigre”, afirmación que ha sido muy criticada, pero que debe analizarse con todo cuidado para evitar el caos.

Esa frase fue dicha por Porfirio Díaz, en relación a la revuelta iniciada en 1910 y que costó un millón de muertos y la destrucción la infraestructura productiva. El movimiento fue incitado en gran medida por Estados Unidos, quien apoyó a Madero en su lucha. El llamado “apóstol de la democracia” conservó las estructuras porfiristas y dio inicio a una revuelta que resultó ser una tragedia: los oligarcas solo cambiaron de nombre y los marginados conservaron su miserable estado.

Recuerdo cuando mi abuela nos contaba el terror que vivió su madre durante ese periodo, lapso en el que muchas mujeres que fueron violadas y sometidas a una cuasi esclavitud, así como tantos miles de hombres que fueron sacados de sus hogares para ser reclutados a combatir por alguien que cambiaba de bando cotidianamente, así como sucede con nuestros políticos de hoy, sin armas afortunadamente.

Cuando se anunció la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, muchos de sus seguidores clamaban por ir a tomar el Palacio Nacional, una acción que quizá hubiera desatado una lamentabilísima reacción en cadena, afortunadamente la mesura del michoacano evitó un conflicto mayor, aun cuando fue víctima de la “caída del sistema”.

En 2006, la cerradísima votación y la presunción de un fraude dieron lugar a reacciones diversas. Aunque la toma de Reforma fue un caos en cuanto a movilidad, eso es algo minúsculo en comparación a lo que pudo significar una revuelta nacional.

Estos dos escenarios mostraron a un “tigre” muy furioso, pero que no se soltó.

Pienso ahora en el periodo del llamado “milagro mexicano”, en donde no había democracia, pero a pocos les importaba porque había buenas condiciones económicas, lo cual permitía a una pareja construir un buen patrimonio partiendo de cero. Ahora tenemos el voto más caro del mundo, con órganos electorales totalmente parciales, candidatos que se cambian la camiseta a conveniencia y una ingobernabilidad en diversos sitios: así sirven de poco los comicios.

En la idiosincrasia mexicana está patente la envidia y los complejos, elementos fomentados por la propaganda electoral, los medios de comunicación y hasta las telenovelas, por lo que es muy lucrativo, electoral y hasta comercialmente hacer alusión a las diferencias sociales y a un supuesto pago de deudas históricas.

Debería ser indignante ver algunas acciones de gobierno, pero el problema es que son solapadas por la mayoría de la gente. Hay que ser realistas y no estar pensando que una persona o partido nos convertirá en una nación desarrollada y libre de corrupción. El que promete mucho, decepciona mucho; pero el que no promete no convence a la masa ignorante que vota, desgraciadamente. Así que creo que debemos empezar eliminando sueños irrealizables y cuidar lo más valioso que tenemos como ciudadanos: la paz social.

Hacer que no se “suelte el tigre” es responsabilidad de todos, en mayor o menor medida; depende de que los políticos dejen de actuar con la corrupción acostumbrada y bajo un interés exclusivamente personal; si queremos políticos de calidad se necesitan ciudadanos activos y responsables, lo cual suena muy sencillo, pero es sumamente difícil en un país que históricamente ha tenido una población mayormente apática.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.