/ sábado 30 de marzo de 2019

Los grados académicos, devaluados y exaltados a la vez


Poseer un título universitario se ha vuelto algo diametralmente distinto en cuanto a la dificultad para alcanzarlo. Actualmente hay toda una variedad de instituciones que nos llevan a preguntar no solo por el grado, sino por la institución que lo emite, amén de que muchos exigen hacerse llamar por el mismo, como si fuera un título nobiliario sin el que no pueden vivir, cuando en realidad puede no significar mucho.


No es un secreto que la mercantilización de la educación y sus distintas modalidades han hecho de un proceso educativo algo muy cuestionable. Para empezar señalaré la enorme cantidad de instituciones de educación superior que cuentan con un registro, pero que desgraciadamente condenan a sus alumnos a un desempleo abrumador para buena parte de ellos.

También tenemos que entender que no es lo mismo un curso presencial, semipresencial y a distancia, aun cuando existen muy buenas herramientas y aplicaciones, hay elementos que marcan una notable diferencia entre quien asiste regularmente a clases respecto a los que no. La interacción vívida de maestros y alumnos todavía no hay podido ser substituida, esto lo afirmo como egresado de una maestría de tecnología educativa.

Ahora bien, no solo tenemos licenciaturas denominadas “patito”, los posgrado pueden ser todavía más deficientes en su enseñanza, sin embargo, mucho estudian uno de estos como mero requisito o como un intento de superar alguna deficiencia. Así como el lenguaje materno no se puede suplantar con nada respecto a la capacidad lingüística y de aprendizaje, del mismo modo una buena licenciatura escolarizada tampoco.

Cuando entramos al Facebook nos encontramos con diferentes denominaciones, desde quien pone un apelativo gracioso como “princesita bonita”, hasta quien se ostenta expresamente como maestro o doctor, lo cual me hace pensar acerca de si la persona quiere manifestarse bajo una postura académica o, simplemente y de una forma válida, necesita decirle a todo el mundo que cuenta con ese prosgrado. También hay que señalar que alguien que sea doctor, grado máximo que pueden otorgar las universidades, no significa ser alguien medianamente instruido, ya que hay que analizar quién valida eso. No es lo mismo estudiar un doctorado a distancia, en una universidad situada en cualquier inmueble, que un doctorado validado por Conacyt, realizado presencialmente y mediante la realización de un trabajo de tesis.

Algo importante también es recordar que el grado no es nombre, es decir, cuando a alguien le preguntan su apelativo debe contestar con lo que viene en su acta de nacimiento o credencial de elector. Su servidor es doctor y cada vez que me presento simplemente digo Vicente Avendaño, sin embargo, esto es cuestión de cada quien y es respetable, yo solo emito un comentario en alusión a lo que puede tener detrás de sí el afán de hacerse llamar mediante un grado académico.

Considero que también debemos recalcar la idea de que un título universitario no es un fin, sino un medio que puede contribuir a que una persona alcance una plenitud profesional y humana, pero no es la meta.

Como lo he señalado en anteriores ocasiones, bien podríamos voltear a los trabajos técnicos y manuales, sin menospreciarlos y darles su justa valía, así como sucede en el primer mundo.

Pese a todas las circunstancias negativas que pueden atribuirle un grado, recordemos que el recibir instrucción universitaria siempre será algo positivo para cualquier persona, ya que uno se acerca a lo más valioso que tiene la humanidad: el conocimiento técnico, científico y filosófico. Hasta la próxima semana.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.


Poseer un título universitario se ha vuelto algo diametralmente distinto en cuanto a la dificultad para alcanzarlo. Actualmente hay toda una variedad de instituciones que nos llevan a preguntar no solo por el grado, sino por la institución que lo emite, amén de que muchos exigen hacerse llamar por el mismo, como si fuera un título nobiliario sin el que no pueden vivir, cuando en realidad puede no significar mucho.


No es un secreto que la mercantilización de la educación y sus distintas modalidades han hecho de un proceso educativo algo muy cuestionable. Para empezar señalaré la enorme cantidad de instituciones de educación superior que cuentan con un registro, pero que desgraciadamente condenan a sus alumnos a un desempleo abrumador para buena parte de ellos.

También tenemos que entender que no es lo mismo un curso presencial, semipresencial y a distancia, aun cuando existen muy buenas herramientas y aplicaciones, hay elementos que marcan una notable diferencia entre quien asiste regularmente a clases respecto a los que no. La interacción vívida de maestros y alumnos todavía no hay podido ser substituida, esto lo afirmo como egresado de una maestría de tecnología educativa.

Ahora bien, no solo tenemos licenciaturas denominadas “patito”, los posgrado pueden ser todavía más deficientes en su enseñanza, sin embargo, mucho estudian uno de estos como mero requisito o como un intento de superar alguna deficiencia. Así como el lenguaje materno no se puede suplantar con nada respecto a la capacidad lingüística y de aprendizaje, del mismo modo una buena licenciatura escolarizada tampoco.

Cuando entramos al Facebook nos encontramos con diferentes denominaciones, desde quien pone un apelativo gracioso como “princesita bonita”, hasta quien se ostenta expresamente como maestro o doctor, lo cual me hace pensar acerca de si la persona quiere manifestarse bajo una postura académica o, simplemente y de una forma válida, necesita decirle a todo el mundo que cuenta con ese prosgrado. También hay que señalar que alguien que sea doctor, grado máximo que pueden otorgar las universidades, no significa ser alguien medianamente instruido, ya que hay que analizar quién valida eso. No es lo mismo estudiar un doctorado a distancia, en una universidad situada en cualquier inmueble, que un doctorado validado por Conacyt, realizado presencialmente y mediante la realización de un trabajo de tesis.

Algo importante también es recordar que el grado no es nombre, es decir, cuando a alguien le preguntan su apelativo debe contestar con lo que viene en su acta de nacimiento o credencial de elector. Su servidor es doctor y cada vez que me presento simplemente digo Vicente Avendaño, sin embargo, esto es cuestión de cada quien y es respetable, yo solo emito un comentario en alusión a lo que puede tener detrás de sí el afán de hacerse llamar mediante un grado académico.

Considero que también debemos recalcar la idea de que un título universitario no es un fin, sino un medio que puede contribuir a que una persona alcance una plenitud profesional y humana, pero no es la meta.

Como lo he señalado en anteriores ocasiones, bien podríamos voltear a los trabajos técnicos y manuales, sin menospreciarlos y darles su justa valía, así como sucede en el primer mundo.

Pese a todas las circunstancias negativas que pueden atribuirle un grado, recordemos que el recibir instrucción universitaria siempre será algo positivo para cualquier persona, ya que uno se acerca a lo más valioso que tiene la humanidad: el conocimiento técnico, científico y filosófico. Hasta la próxima semana.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.