/ miércoles 22 de mayo de 2019

Primera (y última) vez

Para bien o para mal, toda primera vez incita una reacción especial y suele ser motivo de algún aprendizaje.

Es el caso de la inédita activación en Puebla de la fase 1 de contingencia ambiental, debido a la muy mala calidad del aire que prevaleció en la ciudad durante la pasada semana.

Nunca antes se había afrontado una situación similar, que se explica fundamentalmente al concatenarse varios eventos: la cadena de incendios forestales muy propios de la época, las emisiones del Volcán Popocatépetl y, por si fuera poco, un clima de calor extremo con ausencia de lluvias.

Todo ello provocó que al inicio de la semana pasada Puebla se convirtiera prácticamente en la ciudad más contaminada del país, al registrar una cifra histórica de 166 puntos AQI (Air Quality Index, por sus siglas en inglés), muy por arriba de los niveles normales de 75 puntos.

Si bien este fenómeno, que tiene una incuestionable repercusión entre los habitantes de la capital poblana, puede catalogarse fuera de los parámetros normales, debiera sin embargo ser un aviso, un llamado de alerta para evitar su reincidencia. Y en esa tarea estamos involucrados todos.

Para nadie es un secreto el alto grado de polución que existe desde hace varios años en Puebla. La contaminación del medio ambiente es evidente y muy poco se ha hecho para combatirla con medidas drásticas y puntuales.

En este rubro va desde la prohibición de vehículos automotores que visiblemente expulsan gases contaminantes, hasta un mayor control en industrias y una eficiente semaforización en las principales vías de comunicación.

Alienta por lo pronto el anuncio del gobernador Guillermo Pacheco, al disponer la aplicación de un plan integral que incluye medidas como la la reforestación con 16 mil árboles al cerro Zapoteca y al Parque Bicentenario; la inspección de industrias, la reducción del parque vehicular oficial y la conformación de un consejo ciudadano de sustentabilidad ambiental, entre otras.

Mucho puede hacerse también en cuanto a la proliferación de incendios forestales, que ocurren de manera cíclica en temporada de estiaje, toda vez que se tienen muy bien ubicadas las zonas donde hay mayor reincidencia. Ahí debieran aplicarse acciones preventivas, de capacitación y, si fuera el caso, hasta medidas punitivas.

El tema no es menor. Los altos niveles de contaminación atmosférica, como los registrados aquí en la víspera, pueden derivar en enfermedades cardiovasculares, respiratorias y hasta en cáncer.

Lo que debería alarmarnos es que a diferencia de otro tipo de contaminantes, como el ozono, las partículas PM 2.5 que flotaron sobre la ciudad son extremadamente finas y fácilmente inhalables. Estas partículas se conforman de diversos químicos emitidos por los gases de automóviles, fábricas, incendios, combustibles y polvo.

El tamaño de las partículas suspendidas es una característica muy importante, porque mientras más pequeño sea su diámetro aerodinámico mayor será su capacidad de penetrar a áreas más profundas del sistema respiratorio.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los principales riesgos de inhalar dichas partículas recaen en las enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía. Otras de las consecuencias más comunes son sufrir una neumopatía crónica o una crisis asmática.

Y en el mediano y largo plazo, las personas expuestas durante varios años a concentraciones elevadas de material contaminante tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

Así de riesgoso: la contaminación del aire por partículas PM 2.5 es carcinógena para el ser humano y está estrechamente relacionadas con la incidencia al cáncer de pulmón, y también se le relaciona con el cáncer de vías urinarias y vejiga.

La propia OMS asume que la mayoría de las fuentes de contaminación del aire exterior están más allá del control de las personas, pero si existen formas de ayudar a reducirla. “Se requieren medidas por parte de las ciudades, así como de las instancias normativas en sectores como el transporte, gestión de residuos energéticos, construcción y agricultura”, indica.

Y ese sentido, sugiere que las autoridades deben aplicar normas y reglamentos destinados a controlar las emisiones de contaminantes atmosféricos, al advertir que en el mundo mueren 1.3 millones de personas al año a causa de la contaminación atmosférica urbana y más de la mitad de esas muertes, ocurren en países en desarrollo, como Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá.

Estamos pues ante un gran reto y si bien Puebla no es víctima exclusiva de la mala calidad de su aire, ya que otras 21 ciudades y áreas metropolitanas del país registraron también niveles de contaminación por arriba de la norma, es una prioridad asumir aquí las medidas necesarias para evitar que figuremos en ese patético y riesgoso tablero de las ciudades contaminadas.