/ domingo 28 de julio de 2019

La bohemia de la tisis en Paris

Tablada, José Juan. OBRAS. III. Los días y las noches de París. Crónicas parisienses. Universidad Nacional Autónoma de México. Nueva Biblioteca Mexicana no. 99. Instituto de Investigaciones Filológicas. Centro de Estudios Literarios. Prólogo, recopilación, edición y notas de Esperanza Lara Velázquez. México 1988. Primera edición. 276 pp. Dimensiones 15 x 22.5 centímetros. Tiraje 3000 ejemplares.

ÍNDICE GENERAL. Agradecimientos / Prólogo / Nota editorial / LOS DÍAS Y LAS NOCHES DE PARÍS / De Tránsito / Marinas. Diario de abordo / El Cadáver del Maine / Teatros / En el Gran guignol / Thais y Manón / La hija del cielo / El salón del músculo vivo / las mujeres y el box / De Arte / Leopoldo Lugones / El rey del blanco y el negro y la condesa de Noailles / El salón de otoño / En el Louvre. Nótulas / El embarque a Citerea / Útamaro, el Watteau amarillo / Orquídeas. Gastón La Touche. Porcelanas y estampas / Espectros heroicos / Varias / En Versalles / A la sombra de Notre Dame / Las joyas de Abdulhamit / Fantasmas de apaches / Erkcmann – Chatrian / Los paraísos del gourmet / las almas obscuras / La tumba de Julio Ruelas / Los luchadores vencidos / Bailes Exóticos / bailes exóticos / La rumba / El espectro de la rosa. Los ballets rusos/ Colette-Willy / Marcha fúnebre de la bella Otero / Tedio parisiense / Fabulas Vivas / El judío errante / La cenicienta / La caperucita encarnada. “Chaperon rouge” / APÉNDICE / “Últimas obras del artista Julio Ruelas. Pinturas y dibujos inéditos / Crónicas parisienses. [Los futuristas italianos en París]/ Artistas mexicanos en Europa [Ángel Zárraga] / ÍNDICE SELECTIVO DE NOMBRES / BIBLIOGRAFÍA.

*

En las páginas que van de la 187 a la 191 encontramos el texto que se presenta como una “carta a un amigo” y que lleva el título “Los luchadores vencidos.” Este escrito constituye una interesante crítica a la llamada “vida bohemia” de los artistas y aunque fue publicada en 1908 y está enderezada contra el fariseísmo de los modernistas hispanoamericanos decadentes de la Ciudad Lux, puede también aplicarse a nuestros románticos del siglo XIX (Plaza y Flores) y a los modernistas mexicanos de principios del XX (Couto, Ceballos, et alii) que sin haber pisado las calles de París vivieron y murieron imitando a sus ídolos. El mérito del juicio de Tablada reside en su propia voz, es decir, es valioso porque es la distinción crítica de un poeta. Leamos:

“Una amarga tristeza me desencanta al escribir estas líneas. En este medio nadie es dueño de su emoción y ningún sentimiento perdura. Por eso mismo quiero comunicarte la triste nueva, aun estremecido por la impresión del momento. Nuestro amigo el pintor Juan Mora se muere de tisis en su cuchitril de la Rue Monge, de donde no sale hace un mes. Vengo de allá y no puedo olvidar el cuadro. En tres metros cuadrados, en un interior de judería, estaban con mora otros dos artistas mexicanos, un escultor de Colombia una chica pálida, ojerosa, de cabellos rojizos, que me recordó a ña “Madeimoselle Squelette” del poeta Rollinat. Los restos de la comida yacían aun sobre el periódico. No tienes idea: charcutería, arenques ahumados, litros de cerveza…fumaban todos sin descanso y, al través del humo, el cuadro parecía un Carriere doloroso y grotesco. Y allí sobre el camastro, extenuado y febril, al punto de que si se te apareciera no lo conocieras, nuestro pobre Juan, dilatando los enormes ojos, en donde la fiebre no ha podido aun velar el supremo y risueño candor (…) Nunca he estado de acuerdo con su visión irrisoria y grotesca de la vida; le he dicho, con sarcasmo o con solemnidad, que antes de ser un intelectual, un pintor divino o un músico inefable, hay que ser un hombre. ‘Un hombre es una cosa que debe sobrepasarse’, escribió Nietzsche. ¿Lo son acaso estos muchachos que vienen a París a contraer enfermedades de griseta, a vivir una imposible vida de héroes de Murger, con música de Puccini; que aún creen en las virtudes teologales del ajenjo y que se abandonan a la derivas de la existencia, embrujados hasta la medula por el ópalo de una copa o por el frufrú de unas enaguas de seda?

El tópico sobre la veracidad de los viajes de Tablada a París a Japón, países desde los cuales el poeta afirmó haber escrito sus crónicas es irrelevante, por policiaco, ya que el poeta no tiene obligación alguna con la realidad institucional y, por otra parte, la poesía es, irrecusablemente, la verdad suprema. Amigo lector, en este caso, la excelencia de Tablada, además de su poder creador, es su crítica al fariseísmo poético. Tan saludable en estos días, por cierto.

Tablada, José Juan. OBRAS. III. Los días y las noches de París. Crónicas parisienses. Universidad Nacional Autónoma de México. Nueva Biblioteca Mexicana no. 99. Instituto de Investigaciones Filológicas. Centro de Estudios Literarios. Prólogo, recopilación, edición y notas de Esperanza Lara Velázquez. México 1988. Primera edición. 276 pp. Dimensiones 15 x 22.5 centímetros. Tiraje 3000 ejemplares.

ÍNDICE GENERAL. Agradecimientos / Prólogo / Nota editorial / LOS DÍAS Y LAS NOCHES DE PARÍS / De Tránsito / Marinas. Diario de abordo / El Cadáver del Maine / Teatros / En el Gran guignol / Thais y Manón / La hija del cielo / El salón del músculo vivo / las mujeres y el box / De Arte / Leopoldo Lugones / El rey del blanco y el negro y la condesa de Noailles / El salón de otoño / En el Louvre. Nótulas / El embarque a Citerea / Útamaro, el Watteau amarillo / Orquídeas. Gastón La Touche. Porcelanas y estampas / Espectros heroicos / Varias / En Versalles / A la sombra de Notre Dame / Las joyas de Abdulhamit / Fantasmas de apaches / Erkcmann – Chatrian / Los paraísos del gourmet / las almas obscuras / La tumba de Julio Ruelas / Los luchadores vencidos / Bailes Exóticos / bailes exóticos / La rumba / El espectro de la rosa. Los ballets rusos/ Colette-Willy / Marcha fúnebre de la bella Otero / Tedio parisiense / Fabulas Vivas / El judío errante / La cenicienta / La caperucita encarnada. “Chaperon rouge” / APÉNDICE / “Últimas obras del artista Julio Ruelas. Pinturas y dibujos inéditos / Crónicas parisienses. [Los futuristas italianos en París]/ Artistas mexicanos en Europa [Ángel Zárraga] / ÍNDICE SELECTIVO DE NOMBRES / BIBLIOGRAFÍA.

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En las páginas que van de la 187 a la 191 encontramos el texto que se presenta como una “carta a un amigo” y que lleva el título “Los luchadores vencidos.” Este escrito constituye una interesante crítica a la llamada “vida bohemia” de los artistas y aunque fue publicada en 1908 y está enderezada contra el fariseísmo de los modernistas hispanoamericanos decadentes de la Ciudad Lux, puede también aplicarse a nuestros románticos del siglo XIX (Plaza y Flores) y a los modernistas mexicanos de principios del XX (Couto, Ceballos, et alii) que sin haber pisado las calles de París vivieron y murieron imitando a sus ídolos. El mérito del juicio de Tablada reside en su propia voz, es decir, es valioso porque es la distinción crítica de un poeta. Leamos:

“Una amarga tristeza me desencanta al escribir estas líneas. En este medio nadie es dueño de su emoción y ningún sentimiento perdura. Por eso mismo quiero comunicarte la triste nueva, aun estremecido por la impresión del momento. Nuestro amigo el pintor Juan Mora se muere de tisis en su cuchitril de la Rue Monge, de donde no sale hace un mes. Vengo de allá y no puedo olvidar el cuadro. En tres metros cuadrados, en un interior de judería, estaban con mora otros dos artistas mexicanos, un escultor de Colombia una chica pálida, ojerosa, de cabellos rojizos, que me recordó a ña “Madeimoselle Squelette” del poeta Rollinat. Los restos de la comida yacían aun sobre el periódico. No tienes idea: charcutería, arenques ahumados, litros de cerveza…fumaban todos sin descanso y, al través del humo, el cuadro parecía un Carriere doloroso y grotesco. Y allí sobre el camastro, extenuado y febril, al punto de que si se te apareciera no lo conocieras, nuestro pobre Juan, dilatando los enormes ojos, en donde la fiebre no ha podido aun velar el supremo y risueño candor (…) Nunca he estado de acuerdo con su visión irrisoria y grotesca de la vida; le he dicho, con sarcasmo o con solemnidad, que antes de ser un intelectual, un pintor divino o un músico inefable, hay que ser un hombre. ‘Un hombre es una cosa que debe sobrepasarse’, escribió Nietzsche. ¿Lo son acaso estos muchachos que vienen a París a contraer enfermedades de griseta, a vivir una imposible vida de héroes de Murger, con música de Puccini; que aún creen en las virtudes teologales del ajenjo y que se abandonan a la derivas de la existencia, embrujados hasta la medula por el ópalo de una copa o por el frufrú de unas enaguas de seda?

El tópico sobre la veracidad de los viajes de Tablada a París a Japón, países desde los cuales el poeta afirmó haber escrito sus crónicas es irrelevante, por policiaco, ya que el poeta no tiene obligación alguna con la realidad institucional y, por otra parte, la poesía es, irrecusablemente, la verdad suprema. Amigo lector, en este caso, la excelencia de Tablada, además de su poder creador, es su crítica al fariseísmo poético. Tan saludable en estos días, por cierto.