/ domingo 6 de octubre de 2019

Una lección de luz

La intuición del instante, de Gastón Bachelard (1884-1962), tiene su primera edición en francés en el año 1932. En español, el FCE la publicó por vez primera en 1987: han pasado 32 años y los pusilánimes lectores mexicanos no hemos agotado la edición de 5,000 ejemplares que continúa durmiendo en la oscuridad de alguna incógnita y olvidada bodega editorial. El traductor de este libro de 133 páginas es de Jorge Ferreiro Santana y el cuidado editorial de Purificación Jiménez.

En la web existe una página de cierta revista literaria colombiana llamada Clave que menciona a Jorge Ferreiro como poeta pero no da registro de su biografía, de su fotografía ni de su obra poética. Se presentan 27 ediciones, el inventario termina en 2018. En el primer número de Clave, fechado en el 2004, el texto principal es el discurso de Estocolmo de Wislawa Symborska (“…el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente «no sé»”). Por otra parte, en uno de los dos textos preliminares de la revista, José Zuleta dice que “Quienes dirigimos Clave pertenecemos a grupos que se reúnen para leer en voz alta: el Taller de Versería y Los Jueves de Poesía. Hemos aprendido que la poesía es vecina de la música y que cuando leemos poesía, somos el intérprete y el instrumento, estamos ante una partitura y ante un texto y por ello la poesía se puede arruinar o lograr en su lectura; la lectura es la ejecución del poema y en ella, cómo en la música, podemos encontrar los matices, las destrezas del poeta, hacer los énfasis y las pausas, los silencios, buscar el tono que propone el poema, encontrar las claves y hacerlo sonar.” Ahora, en el último número, el 27, aparece un poema de Symborska titulado “A algunos les gusta la poesía…” que a continuación reproduzco porque de manera misteriosa se enlaza perfectamente con su declaración de que el poeta verdadero dice ‘no sé’:

A algunos, es decir, no a todos. Ni siquiera a los más, sino a los menos. Sin contar las escuelas, donde es obligatorio, y a los mismos poetas, serán dos de cada mil personas. Les gusta, como también les gusta la sopa de fideos, como les gustan los cumplidos y el color azul, como les gusta la vieja bufanda, como les gusta salirse con la suya, como les gusta acariciar al perro. La poesía, pero qué es la poesía. Más de una insegura respuesta se ha dado a esta pregunta. Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro como a un oportuno pasamano.

Bien. Todo la anterior para ha sido expuesto para decir que Jorge Ferreiro Santana es para mí, hasta este día, un fantasma benefactor. O, tal vez, un heterónimo, como todos los que escribimos poesía. Escribí ‘benefactor’, porque su traducción de La intuición del instante, es una obra maestra a la que regreso periódicamente:

Cuando un alma sensible y culta recuerda sus esfuerzos por trazar, según su propio destino intelectual, las grandes líneas de la Razón; cuando estudia, por medio de la memoria, la historia de su propia cultura, se da cuenta de que en la base de sus certidumbres íntimas queda aún el recuerdo de una ignorancia esencial. En el reino del conocimiento mismo hay así una falta original, la de tener un origen, la de perderse la gloria de ser intemporal, la de no despertar siendo uno mismo, sino esperar del mundo oscuro una lección de luz.

Desde hace años, he optado por no consultar el texto francés de Bachelard. He preferido la delicia del misterio de ignorar el nombre del demiurgo de la belleza.

La intuición del instante, de Gastón Bachelard (1884-1962), tiene su primera edición en francés en el año 1932. En español, el FCE la publicó por vez primera en 1987: han pasado 32 años y los pusilánimes lectores mexicanos no hemos agotado la edición de 5,000 ejemplares que continúa durmiendo en la oscuridad de alguna incógnita y olvidada bodega editorial. El traductor de este libro de 133 páginas es de Jorge Ferreiro Santana y el cuidado editorial de Purificación Jiménez.

En la web existe una página de cierta revista literaria colombiana llamada Clave que menciona a Jorge Ferreiro como poeta pero no da registro de su biografía, de su fotografía ni de su obra poética. Se presentan 27 ediciones, el inventario termina en 2018. En el primer número de Clave, fechado en el 2004, el texto principal es el discurso de Estocolmo de Wislawa Symborska (“…el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente «no sé»”). Por otra parte, en uno de los dos textos preliminares de la revista, José Zuleta dice que “Quienes dirigimos Clave pertenecemos a grupos que se reúnen para leer en voz alta: el Taller de Versería y Los Jueves de Poesía. Hemos aprendido que la poesía es vecina de la música y que cuando leemos poesía, somos el intérprete y el instrumento, estamos ante una partitura y ante un texto y por ello la poesía se puede arruinar o lograr en su lectura; la lectura es la ejecución del poema y en ella, cómo en la música, podemos encontrar los matices, las destrezas del poeta, hacer los énfasis y las pausas, los silencios, buscar el tono que propone el poema, encontrar las claves y hacerlo sonar.” Ahora, en el último número, el 27, aparece un poema de Symborska titulado “A algunos les gusta la poesía…” que a continuación reproduzco porque de manera misteriosa se enlaza perfectamente con su declaración de que el poeta verdadero dice ‘no sé’:

A algunos, es decir, no a todos. Ni siquiera a los más, sino a los menos. Sin contar las escuelas, donde es obligatorio, y a los mismos poetas, serán dos de cada mil personas. Les gusta, como también les gusta la sopa de fideos, como les gustan los cumplidos y el color azul, como les gusta la vieja bufanda, como les gusta salirse con la suya, como les gusta acariciar al perro. La poesía, pero qué es la poesía. Más de una insegura respuesta se ha dado a esta pregunta. Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro como a un oportuno pasamano.

Bien. Todo la anterior para ha sido expuesto para decir que Jorge Ferreiro Santana es para mí, hasta este día, un fantasma benefactor. O, tal vez, un heterónimo, como todos los que escribimos poesía. Escribí ‘benefactor’, porque su traducción de La intuición del instante, es una obra maestra a la que regreso periódicamente:

Cuando un alma sensible y culta recuerda sus esfuerzos por trazar, según su propio destino intelectual, las grandes líneas de la Razón; cuando estudia, por medio de la memoria, la historia de su propia cultura, se da cuenta de que en la base de sus certidumbres íntimas queda aún el recuerdo de una ignorancia esencial. En el reino del conocimiento mismo hay así una falta original, la de tener un origen, la de perderse la gloria de ser intemporal, la de no despertar siendo uno mismo, sino esperar del mundo oscuro una lección de luz.

Desde hace años, he optado por no consultar el texto francés de Bachelard. He preferido la delicia del misterio de ignorar el nombre del demiurgo de la belleza.