/ sábado 15 de septiembre de 2018

La independencia de un país no significa prosperidad

Generalmente las versiones de una emancipación son idealistas, llenas de héroes y luchas en campos pletóricos, abonados por la sangre de quienes ofrendaron su vida para la construcción de una patria, sin embargo, hay que analizar cuidadosamente si los balazos y la soberanía, en sí mismos, pueden traer beneficios al grueso de la población.

El día de hoy es la fiesta nacional de México, la gran mayoría hará una reunión con motivo de la fecha en que se oficializó el inicio de la Independencia, lo cual es un aliciente en un país con problemas estructurales y situaciones no deseables que llegan a lo insostenible.

Por un momento pensemos en África, especialmente en el centro y sur, antes de la Segunda Guerra Mundial, un lugar inundado por el colonialismo y la dominación del Viejo Continente, pero que conservaba un tipo de orden, aun con la negativa versión del Apartheid y otro tipo de discriminación. Cuando los europeos se fueron, hubo una gran alegría por parte de la población, sin embargo, la opresión solo cambió de manos, ya que los nuevos líderes, originarios de esa región, endurecieron sus políticas, al menos en la mayoría de los casos, como fue el caso de Idi Amín, uno de los grandes genocidas del siglo XX. Es cierto que hubo ciertos lugares que alcanzaron algún tipo de progreso, como Sudáfrica, pero el común denominador del continente negro es la pobreza, el VIH, la insurrección y el analfabetismo.

Ahora bien, pensemos en Australia, Canadá y Nueva Zelanda, que fueron colonias británicas y luego se independizaron de forma pacífica, inclusive prestando ayuda militar a Reino Unido en las dos guerras mundiales, asumiéndose como naciones aliadas. Estos países tienen menos historia y vida independiente que la mayoría de las de Latinoamérica, es entonces que nos preguntamos qué nos hace falta para ser de primer mundo.

Es cierto que toda nación debe tener un proceso de maduración, es más, Europa tardó mil años en encontrar una paz y una unidad, pero hay regiones que parece que estarán mal por siglos y no se ve por dónde puedan mejorar.

La Nueva España era una potencia mundial, cuya moneda era una divisa que se utilizaba en toda la región Asia-Pacífico; pero el México independiente fue una nación desgastada por la guerra, cuya estructura productiva había sido sumamente dañada y que tuvo que pedir prestado para solventar los gastos. Los indígenas y la gente marginada siguieron estando igual y el poder simplemente cambió de españoles a criollos. El siglo XIX fue un periodo de conflictos fraticidas, en el que diversos bandos quisieron vender el país, tal es el caso de los conservadores y liberales mediante los tratados Mont-Almonte y McLane-Ocampo.

Maximiliano fue visto con recelo porque no era mexicano, sin embargo, sus ideas avanzadas, su vocación liberal y, sobre todo, su amor por México quizá hubieran hecho de nuestro país un lugar mejor.

Puerto Rico es un estado asociado a Estados Unidos, cuya autonomía está comprometida oficialmente con el vecino del norte, no obstante, tiene condiciones de vida superiores a naciones que presumen su soberanía y desafían a las barras y las estrellas como Venezuela.

Evidentemente la independencia mexicana era y es necesaria para alcanzar mejores condiciones, pero considero que se pudo hacer de una forma menos violenta, bajo un verdadero proyecto de país y sin las luchas internas, ni relatos maniqueos que nos han hecho de la unidad e identidad nacional una quimera que brilla un poco más en días como hoy. Yo deseo tener un México unido y con rumbo, pero creo que es más correcto reconocer las deficiencias actuales y no contribuir a un patrioterismo que solo sirve para un discurso político o para legitimar una borrachera. Pese a todo, hay que disfrutar un día de convivencia y hacerlo con moderación. Hasta la próxima semana.




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